Fiebre, del oro llamado LIBERTAD.
Inmigrantes de palidez oscura/
atletas del hambre distante que
pone alas al deseo
y con pértiga de decisión/
dan el salto a la libertad
cautiva.
Las guerras en sus países
señorean la ambición de poseer hollando la tierra que acaricia a sus hijos con
pies descalzos.
¡Huid! gritan los escombros/
¡Huid! gritan los asedios, el
llanto de los niños,
la juventud perdida en
violaciones, en indiferencia, en menosprecio.
¡Huye! arranca la voz a la madre
suplicando el abandono.
Mujeres de entrañas forzadas por
necesidad, inseguridad en el vivir.
Encendida la llama presa de la
huida, desafían los abismos
y mecidos en olas de esperanza la
patera se balancea y apresura el lance.
Saltarinas gotas de salado paladar
caen sobre los rostros empapados,
agrietados, con miradas oteando
el horizonte y la tierra del futuro libre.
Inanición y muerte acompaña la
travesía.
Inmigrante de pisada tambaleante
y frío en el alma, llagado peregrino de la noche
que al despuntar el día el stop
te recibe abrazado al rechazo.
Nadie te explicó iluso amigo la
saturación en puertas europeas,
nadie te alertó de esa otra
guerra silenciosa que deambula por las calles,
que no te rechaza a ti sino a tu
indigencia.
Reivindicas derecho de extranjero
sin aliento, con el único derecho de ser humano.
Agresividad en la impotencia y
urgencia de vivir. Cultura del cansancio y la penuria.
Mar de
lágrimas formado, donde yacen las risas de salida, donde callan los olvidos
esperados.