Reina la primavera. Los campos están llenos de vigor, de color, de vida. Días de calor inusual y otros más frescos, calmados o agitados por el viento. También yo, Chindas, estoy en la primavera de la vida, pleno de fuerza, con impulsos que apenas controlo, exagerado... como les pasa a los adolescentes.
Y en esta primavera ha llegado a nuestro país un jovencito cantor cuyo nombre no sale en nuestras conversaciones, pues mi socio es un tanto ajeno a estas actividades, ídolo de los muchachos. Escuchando la radio pudimos conocer cómo se desató el frenesí. Días enteros haciendo cola para obtener buenas entradas a los conciertos. Madres y padres sustituían a sus rretoños en esas jornadas de espera, para que sus hijos pudiesesn gozar de la visión y audición de la estrella juvenil del momento.
Los locutores de la radio transmitían en directo las emocionadas palabras de esos chicos y las embobadas manifestaciones de sus papis; sus gozosos sacrificios aguantando las inclemencias del día y de la noche y sus pérdidas de jornadas escolares.
Los intervinientes en la radio se despacharon a gusto contra la insensatez de tales comportamientos, fundamentalmente por parte de los adultos y resaltando la clase de educación que se les estaba dando a los jóvenes con tal exaltación de un adolescente sujestivo bajo una lluvia de dólares, sobre la sumisión de los padres a los caprichos de los hijos y sobre la falta de disciplina y rigor en el cumplimiento de sus deberes escolares.
¿Se puede esperar que los jóvenes se rijan por un tipo de comportamiento y unos valores tan ausentes en las manifestaciones de muchos adultos? Cuántos sacrifican sus obligaciones laborales por un concierto de un cantante famoso o por el partido de su equipo. Cómo son admirados los artistas y deportistas forrados de millones.
Parece que aún se lleva en los genes la necesidad de seguir a un líder en busca de una mejor caverna, de un nuevo espacio de caza o en defensa del territorio. Hoy se sustituyen por el espacio de los conciertos o los colores del club. Y no está mal si esto se toma como un deporte, como un juego que de salida a los impulsos primitivos mientras se mantenga lo esencial, la disciplina, la preparación , la colaboración, el trabajo en equipo.
En ambientes como Requena, ese pathos o pasión colectiva es muy difícil que se desate, ni siquiera hay un bar dónde desahogar la pasión por los colores del club, ni donde seguir los conciertos preferidos. Aquí se deja que el cura y el alcalde nos marquen, uno el camino del alma, el otro las realidades necesarias en el discurrir de la población, eso sí, con serenidad y sin estridencias.
Mas yo soy un adolescente y mi vitalidad desbordante arrolla a mis socios de hogar y a otros amigos del pueblo, de tal forma que creo que les asusto un poco. También nosotros, los perros, pasamos la adolescencia.
Nota.- Esta semana de fiestas y vacaciones ha descolocado un poco al "responsable" de la publicación, y las fechas no son las habituales. No es culpa ni de Chindas, ni de su socio. Perdón a nuestros seguidores.
La educación en el deber
Hace 8 años
¡Creía que tu también estabas de vacaciones!
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