Mi olfato me ha permitido
levantar de nuevo una liebre esta nublada tarde del domingo 22. En frenética
carrera por el camino de Marcilla no vio, hasta último momento a mi socio que
venía por el mismo y que tuvo que apartarse para evitar el encuentro. Es rápida
la condenada y no pude darle alcance. No importa, fue una buena tarde. ¡Qué
emoción olfatear a la presa, el latir del corazón, el respirar profundo y el
dirigir todos los sentidos y los músculos hacia el objetivo! ¡Qué cúmulo de
emociones! La naturaleza es sabia y ha dotado con fuertes emociones a
operaciones como la nutrición, la reproducción o la caza. Perros y personas,
aunque en la actualidad no la necesitemos, somos animales de caza y los
cazadores pueden dar conmigo testimonio de la profunda emoción que provoca esta
actividad.
Que don Juan Carlos sienta pasión
por la caza no es ninguna aberración, ni ningún delito, aunque sean muchos los
que han sublimado este instinto y se dediquen a cazar al cazador.
Se ha desatado el pimpampum: que
es detestable la caza de animales en peligro de extinción como el elefante, que
es indignante que mientras la nación sufre recortes, el acoso de los mercados y
el paro incontrolable el jefe del estado se haya ido de holganza, que es
indecoroso el alto gasto sólo permitido a las grandes fortunas.
Y han disparado en los bares, en
las redes sociales, en las tertulias, en los reportajes, en los pronunciamientos
de los politicólogos y hasta en las sesudas elucubraciones de catedráticos de
derecho constitucional.
Tan cargado de pólvora estaba el
ambiente que, el pobre sujeto de tan multitudinaria caza ha tenido que
entregarse con un “lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir” ¿Se conformarán los cazadores con haber cobrado la pieza o exigirán su despedazamiento?
Tal vez, antes de disparar,
quepan otras consideraciones: que precisamente este tipo de caza permite la
conservación de la especie al financiar su protección y el control de los
furtivos, que el rey no tiene capacidad de decisión por lo que el mortificarse
no alivia la situación, sí la solidaridad, que es posible que la función
informal que presta el rey a las causas de la nación se desarrolle
ocasionalmente en estos cenáculos de grandes fortunas e influyentes personajes.
Kayali, el empresario hispanosirio que según dicen colaboró en la concesión del
Ave Medina-La Meca a empresas españolas, es el que pagó el viaje ¿era bueno
desairarle? Puede que sea una lástima que el argentino Kicillof no frecuente,
por ahora, esos círculos.
Aprovechando el desafortunado
viaje a Botsuana y los problemas judiciales de Urdangarín, muchos, como el
sublime Cayo Lara, no se conforman con la caza del ciervo gigante del monarca y
van a por el gran paquidermo, la monarquía, para ofrendarlo triunfantes ante el altar de la 3ª república española sin
darse cuenta que se han convertido en fieles adoradores de un diosecillo
inconsistente.
La 1ª y la 2ª república tenían
por objetivo superar viejos problemas de la nación como la relación de iglesia
estado con la imposición de la doctrina eclesial en la educación y en la moral;
como la existencia de privilegios de la nobleza o el clero o como, sobre todo,
la limitación de la soberanía nacional coartada por el poder del monarca. Todo
lo que hoy ya se tiene: estado laico, igualdad ante la ley y soberanía plena
nacional.
¿Es más moderna y democrática
Alemania que Suecia?
El partido, que se quiere
jugar, de república monarquía no es un
partido de champions ni siquiera de primera división, lo máximo de segunda,
aunque el nombre de república evoque viejas glorias.
No hay monarca ni presidente
perfecto, ni parientes, del monarca o del presidente, siempre irreprochables.
Sobran ejemplos.
Nuestro rey no tiene poder
político, sólo la función de representación, por ello que no tiene responsabilidad
política, aunque no deba quedar libre de sus obligaciones personales como
cualquier ciudadano ante la ley.
Con todo, la función de
representación es importante. Es la imagen del país dentro y fuera de las
fronteras y este es un tiempo dominado por la imagen.
Es legítimo pedir que se juegue
el partido de república o monarquía. Siempre que el público lo quiera y se
juegue con nobleza, oportunidad y sin deterioro de las instituciones.
El dejar chamuscada por la
pólvora a la figura que representa al país puede hacer levitar de gozo a algún
reprimido y sublimado cazador, pero, ¿es positivo?
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