Hemos salido de manifestación
hasta la toja de Valdemorco, término de Boadilla, volviendo por el canal hasta
las Matas, límite con Lantadilla. Allí apareció el contrincante. Lo perseguí
con el vocerío ruidoso de mis ladridos. No puedo decir su nombre, pero sí que
no era un gato. Volvimos a casa sin haber alcanzado la presa tras dos horas y
media de manifestación.
Como ha sucedido en las otras
manifestaciones del día del trabajo. Se han lanzado proclamas, se han
pronunciado discursos y se ha intentado alcanzar a una presa difícil de definir
causa del paro, del recorte de los servicios sociales, de la postración
económica y de todos los dolorosos males que aquejan al país y se ha vuelto a
casa con la sensación de haber lanzado el grito de rabia contra todo esto, pero
de no haber alcanzado el objetivo.
Ya en nuestro domicilio hemos
rumiado sobre estos agobiantes problemas. El responsable, nos parece, no es el
gobierno actual, por más que colabore, ni el anterior, con sus meteduras de
pata. Es una de esas crisis generales que acontecen cuando la innovación, la
tecnología y sus aplicaciones configuran un cuadro económico diferente al que
le precede.
Basta observar cómo los nuevos
materiales, la biotecnología y la computación con ordenadores, internet, móviles
etc. han cambiado el mundo en una economía globalizada, dinámica, con el
despegue de los países emergentes, el despliegue de las nuevas multinacionales
tecnológicas y el crecimiento vertiginoso de las empresas financieras, como los
bancos, las bolsas o los fondos de inversión.
Esto suele producir, y así
sucedió, una expansión tan extraordinaria que se exigía a toda costa el que no
se pusiesen obstáculos ni dificultades en forma de normas.
El resultado, las grandes
burbujas: la financiera de bancos que crecían con préstamos sin medida; de la
construcción cuyas empresas financiadas por los bancos se hacían con suelo para
urbanizaciones y construían sin freno; la del consumo en que las familias se
endeudaban para adquirir vivienda, coches de gama alta o vacaciones de ensueño;
la del gasto público con grandiosos proyectos de aeropuertos vacíos, magnos
palacios de congresos y otras múltiples obras faraónicas.
Todo era posible porque el
crecimiento económico daba para todo. Y todo estalló con la crisis de las
entidades financieras que habían adquirido bonos basura santificados por las
agencias de calificación y que puso de manifiesto la burbuja inmobiliaria, y en
España la crisis inmobiliaria destrozó todo pues era una burbuja inabarcable.
En ella habían participado la
banca, las empresas, las familias, ayuntamientos, comunidades autónomas y, por
supuesto, los gobiernos o ¿era de esperar que estos fueran superiores al
conjunto de la sociedad?
La economía hoy se rige por la
financiación, sin ella no hay ni innovación ni inversiones ni consumo a plazo.
Es aquí donde está la causa y el remedio a la situación.
La ausencia de normas no es
libertad sino dominio de los poderosos. La libertad se consigue con normativa
que evite los abusos. Hoy el sistema financiero está globalizado por lo que ni la sociedad española ni su
gobierno pueden domar a la fiera, sí colaborar e incentivar todas las medidas
internacionales que tiendan a ello.
Al inicio de la crisis los
gobiernos, asustados y advertidos por la crisis de los años 30, se apresuraron
a taponar la grieta financiera y hablaron de regular el sistema financiero.
Regulación que salvo algunos detalles ha quedado reducida a meras palabras.
La crisis en España no es
superficial. Es abismal en el paro, paralizante en la actividad económica y
frustrante en el recorte de servicios sociales.
El problema es que no es suya la
política monetaria sino de Europa. El euro es la moneda que nos cobija, aunque
parece que algunos tiran de la manta y nos dejan al desnudo.
La política del gobierno es
controlar el gasto para poder conseguir financiación, pero las medidas de
ahorro frenan la economía, disminuyen ingresos y aumentan determinados gastos,
¿vamos así hacia el equilibrio que nos permita financiarnos o hacia un
incremento del desequilibrio?
No hay que olvidar que hay
tiburones financieros incontrolados a los que interesa este punto de indecisión
que mantenga los intereses de financiación tensos y con altibajos ya que aquí
está la ganancia y ellos pueden provocar estos altibajos y la falta de una
voluntad única de política monetaria europea les favorece.
El campo está muy mejorado con las lluvias .El
ambiente es fresco y limpio.
¡Qué necesidad existe de que los
gobernantes dejen de hablar de herencias recibidas y que los que gobernaron
dejen de lamentarse por cualquier sacrificio presente! ¡Aire limpio!
Que se hable limpiamente de cómo
conseguir el equilibrio con qué recorte de gastos y con qué incremento de
ingresos, el cómo los sacrificios han de repartirse equitativamente y cómo se
apoya desde el país una política monetaria europea solidaria y eficaz y una
reglamentación financiera mundial que acabe con la especulación y el abuso.
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