Cuando tú, Chindas, amas, revoloteas y places, te detienes y comienza otra historia. Los humanos arañamos los fracasos, vertiginosa carrera al desaliento, al olvido forzado.
Comenzar de nuevo, pereza desalentada, sueños sin ventanas abiertas, murmullos del “para qué”; mirada ausente en el río que guarda nuestro silencio. Así se adoleció un corazón amigo:
Se cayó el amor de entre mis manos haciendo añicos su figura. Un viento torvo lamió su libertad. Grito silencioso en la noche solitaria, dolor humedecido que resbala, que roza con mimo la mejilla y se detiene en el rictus de los labios que atesoran aquel primer beso.
Desasosegado sueño en sábanas blancas, inquieto sabor en el paladar de la noche. Busco tu mano, nuestra vida compartida y gravita en mi corazón la lacerada herida.
En cristales de espejo roto nuestro amor se ha convertido, pero en su azoe retiene y retendrá siempre la vivencia tuya y mía, lo que amamos y fuimos.
Añoro esa caricia de figura nueva/, el tul que ansiabas levantar/ la escapada desbocada del corazón/ el sosiego del guerrero/ el perfume de las flores del amor.
Me detengo y…
Los cristales rotos de mi vida a otras manos busco dar. Mi bagaje es un amor hecho pedazos, trozos de ilusión y desencanto, de reproches y silencios, de nudos atados y desatados, de miradas en dirección opuesta, de sueños perdidos en remotos eriales.
Maleta marcada por el uso, vacío contenido dentro, ficticia ilusión de estreno.
Estas son mi buen amigo Chindas las confidencias escuchadas con respeto esta semana, dolor ajeno, dolor amigo. El desamor en tiempos de crisis busca salidas lavadas por las lágrimas, reflexivas y esperanzadas.
Nuevo viaje, ¡suerte viajera! Que el acuífero dorado que buscas sea un gozoso reencuentro.
La educación en el deber
Hace 8 años
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