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Forges,1979 |
Mi socio y yo nos apreciamos, nos
respetamos, pero el que tengamos que respetar nuestros respectivos puntos de
vista es otro cantar.
No puedo aceptar la manifestación
de la necesidad de que yo salga al campo con bozal.
Por eso que nos hemos enfrascado
en este asunto: ¿es correcto el deber de respetar las opiniones ajenas?
Y nuestra reflexión es que no. A
veces es conveniente enfrentarse a ellas si se creen equivocadas y con más
razón si parecen dañinas.
Ninguna opinión tiene ningún
derecho, ni siquiera al respeto.
Los sujetos de derecho son
siempre las personas que pueden pensar libremente y expresarlo.
Es cierto que algunos opinan que
hay que ser tolerantes con las opiniones ajenas. No debe ser así, en una
sociedad moderna y democrática es deseable que las personas manifiesten con
claridad qué ideas creen equivocadas, parciales o no fundamentadas.
Como decíamos, las ideas no
tienen derechos, sólo los tienen las personas que pueden acertar o equivocarse,
que pueden expresar y también repensar y rectificar.
Esto es un principio no sólo de
tolerancia sino de convivencia.
Hay que convivir con el vecino de
los mil líos en las juntas vecinales, con el compañero de trabajo de
pensamiento individualista, con el político de las mil caras, pero no por ello
debemos respetar sus opiniones.
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