Ahora estoy atado en el corral por desobediente mientras mi socio me cuenta algunas curiosidades relatadas por la prensa durante la última semana de septiembre.
Primera curiosidad. La foto de un miembro de los piquetes de huelga mostrando sus hermosas posaderas a los propietarios de un comercio. Es de suponer que intenta una burda burla a quienes no cerraron su establecimiento, pero produce vergüenza esa pose mostrando sus asentaderas al desnudo y bien desarrolladas y no en el tajo de trabajo sino en las antiguas labores de liberado antes de su jubilación. Además por la pose parece dispuesto a soltar mierda sobre todos que no secundan la huelga.
Los trabajadores necesitan más bien dirigentes con cabeza para tener las ideas claras, corazón para sentir con los que sufren y manos entrelazadas para todos juntos tener fuerza ante los poderosos.
Segunda curiosidad. El despedido director general de una empresa galletera de Aguilar se dispone a cobrar la bonita suma de 9.000.000 de euros por su despido. Vergüenza. Los trabajadores pueden ser despedidos sin causa procedente con el cobro de 20 días o 45 y con un límite, pero esto no se aplica a los directivos que, como han tenido poder, se han procurado condiciones leoninas. ¿Somos iguales ante la ley? Los directivos son personas con derechos y contratos, los trabajadores son tratados como máquinas desechables con un pequeño coste por achatarramiento.
Tercera curiosidad. El jefe de gobierno explica en el corazón financiero mundial las medidas tomadas por su gobierno para satisfacer a los mercados.
Esta sí que es la gran vergüenza. Nuestro gobernante rinde pleitesía y da cuenta de sus disposiciones económicas y laborales ante los tiburones del sistema financiero. Algunos de los sentados a la mesa son los mismos que meses atrás se reunieron para atacar, coordinados, en un gran envite contra Grecia, Irlanda, España e Italia. Otros son los culpables de la crisis mundial por la orgía en la búsqueda de beneficios vendiendo “productos basura” financieros.
Tal vez había que contentarlos, pero si existía esta necesidad podía haberlo hecho un secretario de estado o, a lo máximo, la ministra de economía.
Si tenemos que tragar sapos hagámoslo con dignidad y apoyemos todas las medidas, a escala internacional, que sometan su poder con una buena regulación y manden a la cárcel a quienes acuerdan el control de los mercados, lo que es ilícito.
Cae la noche. Ya estoy suelto, pero antes mi socio me invita a no enorgullecerme por mis actitudes no correctas. Quién sabe si los tres protagonistas de nuestras historias no están muy orgullosos de lo que hicieron. Pobrecillos, ni siquiera tienen el sentido de la dignidad. Yo agacho humilde la cabeza y espero la cena.
La fotografía fue publicada por "El Norte de Castilla"
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