jueves, 26 de julio de 2012

LA LLUVIA


Resignada está la tierra a la mudez del agua, amigo mío. Surcos resecos con espasmos de girasoles; futuro acongojado con nubes huidizas, con vientos inquietos y voraces que lamen hasta la última gota de sudor campesino.
Sí, callado se desliza el Canal de Castilla que tú conoces bien, albergando la esperanza, ondeando la bandera de la vida que remontará el vuelo tras ella, para caer en finísima cortina algún día, llenando de verdor y plenitud el rostro amado que cada día nos mira suspirando.
Ya no croan las ranas en los arroyos vacíos; los manantiales se agotan, su fértil emanar está mudo de dolor contraído y apresado por la mano cruel de la sequía.
Fuegos emparentados por el humano rencor y la rabia infantil caldean, aún más, esta tierra que grita allén los cielos, pidiendo lluvia. Sordas oraciones en lenguaje acre tal vez, caen desoídas en los brazos del sol, hasta hundir su respuesta en el agravante polvo de la rígida y reseca naturaleza.
¿Sabes Chindas qué bonito es el agua cuando desciende benefactora? Añorar pretendo  para no caer en el olvido, de su irisado parecer,  de la frescura que sus alas aporta, del beso apasionado con el que la tierra recibe su regreso.
Los cristales de la casa brillan moteando con mirada triste la ansiedad de la llegada del agua. Agua peregrina del firmamento que desborda sin piedad unas  zonas e ignora despectiva la mano amiga que intenta estrecharse con la suya.
Lluvia de mil sonidos, acompaña mi querer pues se hace tarde, el verano pasa y se retarda tu venida. Tintineos son tus preludios en la atmósfera, brisa precursora que en el paseo  vespertino  goza alzando el vuelo de la falda. Mientras escribo oteo el horizonte y unas nubes rosáceas como algodón dulce de feria me sonríen y desaparecen.  Que aparezcan todas juntas  para que bañemos de esperanza la ilusión  y nuestros campos beban hasta saciarse y el fruto de su vientre llegue feliz a los brazos de todos.
Te prometo Chindas que si así sucede correremos a atrapar las gotas que se detengan y los charcos serán tu balón y el mío.

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