Cuando al tiempo le da por reir sin previo aviso, nos achicharra y desperdiga nuestras bufandas y abrigos por la ensoñación de la llegada prematura de la primavera. Al contrario, si su voz es bronca y dominante, hiela al aliento que por descuido asoma al exterior.
Pesada está la atmósfera con su temporal oceánico que alborota los mares y ruge, cual león enjaulado y con hambre. Espuma blanca se eleva a cotas de espectacular belleza golpeando la ira y el desacuerdo; la fuerza indómita del corazón del agua se empotra en los límites de la pacífica orilla, saltándola. Pececillos asustados son mecidos de tal manera que su habitat desaparece y desorienta su peculiar lecho de convivencia. La arena de la playa es bañada a deshora y con fuerza y llora suspiros de media noche.
El tiempo en el interior adorna las montañas, las cubre y aseda con un puntillismo de tal perfección que embobada queda la mirada. Esos blancos azulados que refulgen de placer si un rayo de sol se posa en ellos, extasía y detiene las saetas del reloj. Maravillosos paisajes de niveles dispares. Pero sigamos el devenir de este invierno que pronto termina. La meseta, los valles con sus ríos y la campiña horizontal de Castilla por nosotros conocida, mi buen Chindas, detiene con un stop obligado los vientos aviesos que de esos espacios anteriores gustan de acercarse expulsando su aliento maloliente. Aires con nostalgia de sol, impregnados de partículas con albura fresca y penetrante, se entremeten en los lugares más recónditos enlodando la templanza.
Zarandajas del tiempo baladrón, que tan pronto es brisa, cómo huracán, jaquetón o presumido, y al momento es agresivo y timorato. Estación ésta del invierno, rodeada de desniveles climáticos que a los seres de sangre caliente atormenta, con la misma naturalidad que le aporta gozosa experiencia, en los deportes o en el fuego del hogar, cómo les acurruca en la secuencia de la tristeza y desfinada armonía de las ventanas con fisuras .
Primavera en ciernes, paseos de la tarde en rebeca de colores, dejemos al tiempo con sus bagatelas intentando dar el trueque a nuestros sentidos en su alternancia de sabores de elementos helados. Su camino termina y las gorriones empiezan a anunciar su llegada con trinos matinales.
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