Chindas, aquí estamos de nuevo tú y yo mirando a las musarañas y entre ensoñaciones plasmar en este blog esas idas y venidas de la mente que se empeñan en adornar los pensamientos.
Tirando a un gris azulado la memoria desmemoriada se asemeja al humo que sale por las chimeneas de nuestro pueblo que a veces se evade hasta la lontananza del cielo y otras se revuelca en los tejados como gato tripa arriba ignorando el porqué de ese placer. Recordar oteando bolsillos, carpetas, cajones y ese sinfín de escondites que el pensamiento cree tener a mano para evocarlo sin el desasosiego del olvido.
No entramos en la enfermedad que causa estragos en la mente porque es difícil embellecer con encanto poético tal situación, nos acercamos más bien a esa situación casi cómica de la amnesia ocasional que en una edad determinada (media) se manifiesta para socarronería de los próximos.
Quemé las lentejas ¡me olvidé apagar el fuego!, Chindas tendrás que comerlas o las escondes entre la hierba para no delatarme... ¡Uf! ahora no encuentro la agenda, ¡qué catástrofe no sé lo que tengo que hacer hoy! vaya día, tengo la cabeza...¿dónde?
Amanecen los días determinando el color de las flores, la prisa del agua del arroyo, las tormentas de la tarde que presagian dolor en los campos. Olvidan el retorno algunas aves y el vacío de sus nidos desperdigan sus pajas entre las alas del viento. Mente quebradiza a intervalos por acumulados quehaceres en macetas agrupados.
Soledades entre cañas de espigas incipientes, parpadeo de la risa jugando al escondite de las palabras. Desazón vestida de aroma; savia de actividad plena que deambula en la noche queriendo que el alba se adelante. Olvido, poesía del silencio en el cántico litúrgico de la vida que apresa las horas activas, creativas y ociosas con el único objetivo de hacerlas deseables.
Memoria desmemoriada de nuevo acicalando el esfuerzo de hacer presente el presente ido.
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