
Sobre ello hemos platicado. En un país y por supuesto el nuestro, es un partido el que tiene la labor de gobernar, dispone, cultiva y siembra esperando que su labor culmine con el desarrollo armónico de lo plantado. Y existe la oposición, que si no destruye el trabajo desarrollado por el gobierno, como hacía yo con los tiestos, se dedica sistemáticamente a criticar su labor, si riega porque malgasta el agua, si no, porque no pone los medios para el desarrollo, si siembra melones que mejor sería calabazas. Así que la oposición se pasa el día oponiéndose y el gobierno justificándose y acusándola de no hacer nada positivo.
Lo malo es que ambos, de buena fe, creen que esa es su misión y que ese es el comportamiento que se espera de ellos. Se dicen adversarios políticos y están felices en esta lucha sin cuartel celebrando sus sagaces acometidas al rival, jaleados por sus camarillas.
Entre tanto, los ciudadanos se hastían de tantos dimes y diretes y se cabrean porque orientan más su dedicación y energía a esta lucha dialéctica que a la labor de conducir la polis, es decir gobernar.
Ya dicen las encuestas que entre nuestros grandes problemas, los políticos son uno de ellos y no tenemos la posibilidad de librarnos de los más combativos, pues nuestro sistema electoral es de listas cerradas y los partidos, camarillas, tienden a poner a sus afiliados de más acerada dialéctica contra los adversarios y les exigen más caña.
La solución, tal vez, comenzaría por eliminar la palabra oposición. Todos los que hemos elegido son nuestros representantes y esperamos de ellos que construyan, no que destruyan. La labor de control y oferta de alternativas concretas a problemas concretos es construir. Hablemos, pues, de partidos del gobierno y partidos del control y alternativas y habrá que crear una correa o una cadena para los que son siempre destructivos, aunque lo sean de buena fe. Al menos que en las listas podamos eliminar sus nombres y puedan quedar fuera del quehacer político un tiempo, hasta que aprendan.
Oposición, menuda canallada, como la que yo hacía con los tiestos. Yo soy inteligente y he aprendido, ¿por qué no pueden aprender los políticos? o ¿esperan un correctivo?
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