viernes, 27 de agosto de 2010

Violencia y esclavitud.

Aunque parezca extraño, conozco más a las personas que residen en el pueblo que a los canes. Sé cuántos somos más por los ladridos que por haberlos visto y es que no es fácil la comunicación acostumbrados como estamos a estar, algunos atados y otros viviendo en los corrales sin salir de ellos.
En el patio de la casa llena de flores anejo al mío, hay un perrito simpático que viene de Cantabria los fines de semana y en cuanto nos vemos en la calle nos saludamos alegremente. Detrás de la iglesia hay un pastor alemán atado a la entrada de una nave agrícola; le acompaña una perrita libre de ataduras que me ladra furiosamente cuando paso, me acerco a ella, se calla y recibe mis carantoñas. Son tres los que pasean con su dueño todas las tardes y, a veces, nos encontramos. Cuando era más pequeño me trataban bien, pero últimamente mientras un pequeño perro juega conmigo, la perrita me ladra furiosamente y el perro mediano de rabo cortado gruñe con furia, arquea el lomo y se acerca ladrando obligando a intervenir a su dueño mientras mi socio me llama para continuar el paseo. El otro día me encontré solitario a un perro grande, me acerqué a él arrastrándome, en señal de buena voluntad, nos miramos complacientes, pero él siguió su camino sin ganas de jugar. Cuando recorro la calle más alta del pueblo, dos perros asoman sus cabezas por encima de la tapia, uno es inmenso y me ladra intimidatoriamente. Y ya he contado que todos los atardeceres anda suelto Charli, el violento, que ha mandado al veterinario malheridos a dos perros más pequeños. Y yo me pregunto el porqué las relaciones pueden ser tan difíciles y sobre todo el porqué de la violencia,
Y ya está mi socio desatándose en comentarios; que también entre los humanos que se dicen racionales y solidarios, existen los violentos que basan sus relaciones en determinadas circunstancias en la imposición por la violencia. Defienden sus intereses por la fuerza bruta. Tal vez, a veces, se sientan débiles e inseguros en una relación normal de diálogo, racionalidad y cercanía natural.
Hoy tenemos una ley sobre la llamada violencia de género por la que, aparte de proteger a las posibles víctimas y castigar a los delincuentes, sirve para concienciar que el que se impone con violencia es una persona débil y despreciable, incapaz de relacionarse de una manera humana racional.
En este aspecto, y a pesar de la existencia de pirados, la comunidad ha progresado pero hay un campo denigrante en nuestro tiempo: la esclavitud sexual.
Todos sabemos que hay miles de mujeres obligadas violentamente a prestar servicios sexuales. Se comercia con ellas se las compra y se las vende, se las secuestra, se las maltrata para que se sometan, se las coacciona, se las amenaza, son violadas repetidamente. Y no son delincuentes solitarios los que realizan estos delitos, sino bandas organizadas internacionalmente.
No hay que confundir esto con el tema de la prostitución, ya que si alguien quiere relación sexual, previo pago, la relación libre no está regulada por ley y lo no regulado no es ilegal.
Pero el secuestro, la violación, el maltrato y la amenaza están condenados por la ley como delitos y su comisión por bandas criminales tiene una especial gravedad.
A veces leemos en la prensa que la policía ha desarticulado una banda de prostitución ilegal.... No, no y no. Nunca aparece como una banda de secuestradores, de violadores. Si un secuestro o una violación están severamente castigados ¿cuántos años de condena de cárcel deberían recibir los autores de secuestros y violaciones en cadena?
No hay conciencia de semejante atropello, tal vez, porque legisladores, jueces, abogados y fiscales, policías, empresarios y obreros, ricos y pobres, cultos e incultos, directamente o indirectamente a través de su entorno se recurre al sexo pagado y no sería tranquilizador para su autoestima que debajo de estos desahogos exista un submundo criminal.
Y que no se diga que es difícil probar el delito. Es una actividad cara al público y ciudadanos y policía saben donde hay prostitución y no es difícil barruntar cuando esta no es libre. Pero claro, si se descubren abusos y las penas son mínimas como un delito contra la libertad laboral, la capacidad de coacción que amenaza a la propia vida y la de sus allegados es máxima y testificar es un gran peligro para condenas tan suaves. Estas son bandas auténticamente terroristas que causan terror y dolor en miles de víctimas. ¿Las tratamos como tales? Vergüenza, vergüenza y vergüenza.
Como espero que los perros violentos estén a buen recaudo y encadenados, se supone que también las personas buenas y sensibles aspiran a que estas bandas sean erradicadas y sus miembros acaben en cárceles de seguridad.
¿Qué partido pondrá esto como prioritario en su programa?

3 comentarios:

  1. Ninguno, Chindasvinto, ninguno.

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  2. Este tema de la explotación de la mujer (o del hombre) y sus conexiones con el ejercicio de la prostitución, es una "patat caliente" que nadie queire atacar en este país de cínicos.
    Pero en efecto, como muy bien señala Chindasvinto, una cosa es el "libre" ejercicio de la prostitución, y otra la explotación y violencia que sufren muchos/as de sus protagonistas. Y aunque lo primero (la prostitución) esté en un limbo legal, ni prohibido ni regulado,lo segundo (la explotación y violencia) está tipificado y penado en nuestras leyes, Así que, ¡leña al mono! y los máximos castigos para sus autores.

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  3. Yo también pasee contigo Chindas, Charlies humanos hay muchos...

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