El domingo 24 de octubre estuvo Ricardo a decir misa. Yo le esperaba alegre, pues suele pasar a saludarme, pero no vino. Un bautizo en Piña le obligó a partir nada más terminada la misa.
Era el día del Domund, día mundial de las misiones. Al cura se le iluminaba la mirada al hablar de las nuevas comunidades cristianas, al leer unos párrafos de una carta que le enviaban de una Parroquia de Guatemala. Allí el Reino era anunciado con la integración activa de la comunidad en programas de educación, de desarrollo... Mientras, se le ensombrecía el rostro al contraponer lo expuesto a las actitudes de la vieja Iglesia europea.
¿Qué marca la preocupación de Requena? El cómo conseguir la reparación del tejado del último tramo de la iglesia que es la torre y campanario. Asunto de patrimonio ¿y?
Lo cierto es que el sermoncito traía desazón. Pero aún quedan motivos para la esperanza. Sigue habiendo cristianos llenos de sed de justicia, solidarios, que creen y viven el amor, ya que todos somos hijos del mismo Padre.
Nos ha dejado un hombre luchador solidario y justo, Marcelino Camacho. No era creyente, pero desde sus inicios en la lucha sindical hubo cristianos a su lado y los sigue habiendo en aquellos lugares donde se requiere corazón y están acompañando a las personas que, de otras creencias o increencias, luchan por los valores humanos de la solidaridad y la justicia.
Dos instituciones católicas han sido noticia estos días: Manos Unidas, premio Príncipe de Asturias de la solidaridad y Cáritas que ayuda a 800.000 familias españolas en la actual situación de crisis.
Y es que en el vetusto árbol de la Iglesia católica europea sigue habiendo hojas y frutos anunciadores del Reino de Dios, Reino de justicia de amor y de paz. Tal vez tenga ramas anquilosadas, podridas y hasta muertas, pero tiene vida.
Esta semana veremos a Benedicto XVI en Santiago y Barcelona y la televisión nos mostrará a los peregrinos, los fieles, los pastores y el pontífice: el rostro de la Iglesia, ¿hasta qué punto reflejará el rostro de Dios?
En la parroquia de San Lázaro de Palencia vivió y murió un hombre sencillo de nombre Máximo, mi socio lo trató y dice que sí, que en él, como en otros como él, sí se vislumbraba el corazón y el rostro de Dios.
La educación en el deber
Hace 8 años
Yo no soy creyente, bueno sí, creo en las personas, en esas personas sedientas de justicia, solidarias y que creen y viven el amor, sean cristianos, musulmanes, budistas..., pero no creo en la jerarquía, en la forma de gestionar la iglesia y menos en el Papa.
ResponderEliminarAlguien tiene que recomendar a algún obispo, por ejemplo al de Palencia, que se haga seguidor de Chindasvinto para que de vez en cuando lea refelxiones como esta.
ResponderEliminar¡Que bien le vendría a algunos jerarcas de la Iglesia de Cristo leer reflexiones de este estilo, y escuchar más a las bases de su propia Iglesia.
No concibo distancia entre lo prfundamente humano y lo mejor de cada una de las religiones: compasión, misericordia, solidaridad, preocupación por el otro, dejar un mundo mejor, esperanza,...
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