Relincha el agua
mientras el caballo abreva; relincha el agua formando pompas con el resoplido
de sus ollares. Estampa primorosa de natural belleza.
Cabalga la magia en
su lomo brillante y sus patas danzan cosquilleando la tierra. No le ladres
Chindas, que puede asustarse y contemplar su señorío es poco frecuente en
nuestros pueblos en esta época en que vivimos. Las cuadras se han vaciado y
desaparecido, los pesebres forman parte del pasado y las coces, los manoteos o
sus relinchos quedan amarrados a sus monturas ausentes.
Ayer vi una yegua
con su potrillo al lado en una “reserva” y me extasió su magnífica figura digna
de ser plasmada en un lienzo. Trotes galantes, semental observando. Desde la
carretera llega a mi mente las correrías aquellas, las caricias a su pescuezo
palpando mis manos sus crines de seda. Alzada perfecta de caballo de paseo,
cepillo en la mano mimo en el cuerpo, finas patas, calcetines blancos y cascos
con hierro.
Animal domado para
uso casero, para pasear en su grupa mirando el paisaje, señoreando el aire por
nuestros cuerpos, acercando el cielo a nuestros deseos, al placer de cabalgar
en la libertad del terreno, saltando arroyos, pisando cardos por espacios
nuevos o conocidos pero siempre compartiendo experiencias con un amigo, aunque
equino sea éste.
Rauda la prisa
acelera su trote,la tormenta se acerca y el pueblo está lejos. Gozo en el alma
la carrera aquella entre truenos y relámpagos, entre el temor y la lluvia, la
calada es inevitable y su cabeza se vuelve a mirar mi mirada. Sin espuelas que
azucen sus ijares ni brillen estrelladas en las botas, el Menayes corre, vuela
saltando aventuras, regañina en ciernes.
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