jueves, 6 de diciembre de 2012

CABALGANDO


Relincha el agua mientras el caballo abreva; relincha el agua formando pompas con el resoplido de sus ollares. Estampa primorosa de natural belleza.

Cabalga la magia en su lomo brillante y sus patas danzan cosquilleando la tierra. No le ladres Chindas, que puede asustarse y contemplar su señorío es poco frecuente en nuestros pueblos en esta época en que vivimos. Las cuadras se han vaciado y desaparecido, los pesebres forman parte del pasado y las coces, los manoteos o sus relinchos quedan amarrados a sus monturas ausentes.

Ayer vi una yegua con su potrillo al lado en una “reserva” y me extasió su magnífica figura digna de ser plasmada en un lienzo. Trotes galantes, semental observando. Desde la carretera llega a mi mente las correrías aquellas, las caricias a su pescuezo palpando mis manos sus crines de seda. Alzada perfecta de caballo de paseo, cepillo en la mano mimo en el cuerpo, finas patas, calcetines blancos y cascos con hierro.

Animal domado para uso casero, para pasear en su grupa mirando el paisaje, señoreando el aire por nuestros cuerpos, acercando el cielo a nuestros deseos, al placer de cabalgar en la libertad del terreno, saltando arroyos, pisando cardos por espacios nuevos o conocidos pero siempre compartiendo experiencias con un amigo, aunque equino sea éste.

Rauda la prisa acelera su trote,la tormenta se acerca y el pueblo está lejos. Gozo en el alma la carrera aquella entre truenos y relámpagos, entre el temor y la lluvia, la calada es inevitable y su cabeza se vuelve a mirar mi mirada. Sin espuelas que azucen sus ijares ni brillen estrelladas en las botas, el Menayes corre, vuela saltando aventuras, regañina en ciernes.

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