jueves, 13 de diciembre de 2012

LA MANTA DE LA CAMA


Florece la helada en el tiritar del suelo, los cristales se empañan, el cuerpo rila entre las sábanas del sueño mientras los brazos buscan la manta. Agradable sensación de lana cálida, de afamada industria palentina de otros tiempos.

Cobija amorosa, luciérnaga del invierno que con su calor expande la luz de la aurora que la noche esconde solapando el frío. Ternura de abrazos, galante querer en mudo silencio; caprichoso tejido de hilo que bala. Atrapados neutrones ahora cabalgan con la modernidad, en telares de antes, en escondidas manillas que irradian el artificial arrullo que de ellas se escapan.

Batalla ganada al penetrante frío de las noches pardas, a los atardeceres mohinos con gestos de espadas, a las mañanas airadas. Poesía de colores da sensibles miradas a la utilidad esperada, sonríe al verano desde la libertad desempolvada del armario. Sí, la manta sonríe en los juegos de cama, celestina ella que todo lo tapa.

Revienta la risa su paño de lana y con ella juega a esconderse debajo la cama, a sentirse sumisa con el edredón cubierta, a ignorar el día descansando en la habitación sin entender, ni un poco, su manantial de gracia.

Chindas, tu no entiendes este tema ni el sentir de una manta, a ti no te cubre, ignoras la beldad de sus palabras, el silencio elocuente de su servicio. La utilidad que acapara la atención del tiempo que pasa a nuestro lado llegado el invierno. Servicio de ida y vuelta, de inestable parecer de unos y otros, caprichoso destino  el suyo en lechos ajenos, en abrigados resortes de paz y de calma.

Ironía del destino es su diseño y su cara, sin ambages cumple su misión, lo mismo satisface que estorba pero quien la posee sabe que con ella cuenta para dar al frío la espalda.

Sí, la manta sonríe en los juegos de cama, celestina ella que todo lo tapa.

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