Pataleando el balón con el
énfasis de los aficionados como fondo, la rueda de la fortuna burbujea en el
cava de la victoria y hace olvidar por unas horas los problemas cotidianos
que revisten cada hogar y acechan en la
lontananza de Europa mientras el gallo canta el amanecer de un nuevo día.
Multicolores
de partidos con frenesí ondean su bandera y las urnas hablan impacientes ante
las manos inocentes del recuento que no cesan de parlamentar en voz alta la
caída pausada del voto y su subida acelerada de la suma del mismo.
Fútbol
y Elecciones Europeas, menú excelente para que la adrenalina impere por las
calles. Siempre alguien gana y es feliz, alegrémonos por ello. Pasado el sábado
y domingo 25, volvemos a ser los mismos que ayer, mirando de vez en cuando al
cielo que amenaza lluvia.
Cae
la tarde y el reloj de la torre no tiene prisa en pregonar sus horas, se ha
quedado sin voz. Chindas, atónito no deja de observar algo extraño en lo alto
de la iglesia, el campanil con su casetón de un siglo de existencia han
desaparecido.
Campanadas de media noche / almas peregrinas reclamando
el recuerdo en oración, / campanadas de medio día / ángelus de boina entre las
manos / inclinada cabeza, tan... tan... tan / presencia de fe en los campos de
Castilla.
Todas las horas, repetidas, iban cayendo día a día, año
tras año, hasta más de cien, desde ese punto en que el reloj emitía su sonido,
tañía su corazón. El marca pasos del pueblo perdió su lozanía y también
pretende irse como las gentes para no recordar el pasado, para vivir a ras de
tierra su débil existencia. Con expectación vemos a las grúas bajar este sueño
del donante y de repente, el pueblo pierde parte de su identidad dejando una
huella de soledad.
¿Volverá
a mostrar su gallardía, a realzar los recuerdos, a ser parte de la generación
siguiente? ¡Ay don dinero que austero te muestras!, callas como al final de la
campaña electoral para meditar lo que hacer después. Ganar es emprender nuevas
metas y esa ilusión, mi fiel Chindas, hará
que esa atalaya renueve su
estructura. ¿Alguien se anima a ayudarnos?
Si en el duermevela de la noche una campana lejana te
regala su sonido/ alégrate de no estar sola/o, tu generosidad te devuelve la
compañía en un eco de amistad.
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