Inevitable, querido Chindas, he de hablarte de la actualidad nacional.
Subidos como estamos en el cotarro que tenemos próximo al Canal, divisamos una
panorámica sosegada en plena gestación, no hay aves de rapiña que se lleven
nuestro embelesado paseo. Fuera de estos muros de aire el otro trozo del mundo español está revuelto,
revuelto.
Duele la costa de un amarillo brillante y pretende ocultar el amanecer
triste de huellas malolientes.
¿Cómo no
oír, ver y saborear el acre día a día que vivimos, que toca bruscamente nuestro
hombro a su paso?; sin disculpas avanza con altanería, sonríe y se mofa de los
ataques informativos que cual altavoces se oyen en toda esta sala de fiestas y
dejan que resbalen por su impermeable caparazón o concha. Caracol de mar o
tierra, ¡babosa al fin!.
Fantasmas de dudas, morbosidad de las masas en el aire por ver sin
vendajes la lepra que atenaza la honradez de esa gente “de bien”, sí, están al
acecho para recrearse de su desnudez y lapidar su carrera. El ojo por ojo está
en la mente de todos los que no emulamos al señor que llama “dos veces”.
¿Es quizás todo este estrepitoso revuelo una mascarada del carnaval que
se avecina? , no puede ser verdad esta huelga generalizada del servicio de
basuras de los políticos corruptos; ¿nadie
tiene el coraje de coger el toro por los cuernos y darle el
puntillazo merecido? Ante los disfraces
que se adelantan a la cuaresma, confiamos que la Justicia se pasee entre las
charangas para discernir la letra entre sus notas volátiles.
España, piel de toro toreado, despellejado, pisoteado, iluminado con
velas apagadas. España, orgullo patrio mancillado por esa tela de araña que
invisible tiende sus hilos por toda la geografía. Voces elevadas cual montes
nevados se dejan ver sin mostrar las cuevas de su interior. El pueblo clama por
los golpes recibidos buscando una respuesta y el desconcierto se atrinchera en
los despachos. Con siglas o sin ellas cepillemos el cepillo de las “partidas”
con educación.
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