Sabes Chindas, ayer me impactó el
reflejo de la luna en la vidriera de la escalera de casa cuando tu dormías
pacíficamente. Del punto celeste, era luna llena pero estaba ligeramente
velada, salían unos rayos luminosos como aquellos que aparecían en las estampas
del pasado y que siempre creí eran producto de la imaginación del artista de
turno. En la noche rememoré muchas veces este encuentro con la luna irradiada y
hoy he unido esa luz con la “huelga de educación”.
Penosa
realidad la que trafica con la enseñanza de unos cuantos en favor de otros
cuantos.
El
nimbo de la luna ha sido cortado a tiras, escalonado éstas y haciendo diminuta
la energía que de ella emana. Enseñar es proyectar; el manantial que nace en la
montaña enseña al río el camino al mar y en su trayecto regala su saber incluso
a los arroyuelos que recogen sus aguas gota a gota, admirando su grandeza.
Entregados maestros ofrecen día a día su enseñanza a la juventud con la ilusión
de enriquecer a nuestro país con la cultura, con el empeño de formar en ellos
un futuro loable de respeto y dignidad. ¿Por qué emplear la educación, la
enseñanza, las diferencias para subsanar errores administrativos ajenos a ella?
Créeme,
Chindas, me duele que la incultura llegue a esferas tan altas y además
pretendan aniquilar los sueños. Si a la sabiduría se la recluye en una laguna,
al final se vuelve una charca llena de hedor. Salir a la calle en masa es a mi
juicio “anticultura”, es ponerse a la altura de esas leyes que salen al balcón
para demostrar su poderío. Como decía Rabindranath Tagore La verdad no está
de parte de quien grite más.
La
luz sigue recortada en el cristal y la esperanza me llega a través de una frase
de Khalil Gibran: Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a
brillar entre las nubes.
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