Transparentes son las urnas que
miran nuestras manos, desde su corazón vacío, al depositar el voto. Tras sus
ojos claros queda nuestro deseo para ser contado, sumado. Voz callada, oculta
en un sobre, que otros harán suya a la hora del recuento. Una gota en el
conjunto pero decisiva, ¿irreflexiva?, tal vez, por la influencia verbal del
candidato.
Corazones opacos, anochecidos por
la injusticia social, quieren otorgar su confianza en quienes les endulzan el
paladar con su cercanía. En esos líderes que, si alcanzan sus objetivos,
adornarán sus salones con la copa del triunfo.
Transparencia renovada en el buen
hacer del día siguiente y sucesivos es lo que todos queremos. Abnegación,
lucha, trabajo real de esos políticos que están en la cresta de la ola ahora, a
pesar de su constante movimiento giratorio, como la veleta, lleno de vientos
ofensivos, señalando siempre el norte degradado del adversario, para que esa
creencia en sus palabras fáciles den el resultado esperado por el pueblo.
Junio, con sus días soleados, con
las tertulias en la solana, en las calles, amalgamando la amistad que retorna
del invierno ciudadano en la multiplicidad de vivencias y pareceres políticos,
armoniza la convivencia.
Tersura en el alma de quienes nos
gobiernen a partir del próximo mes, sosiego para españoles deseosos de
equilibrio y una patria unida para orgullo de todos.
Espera la espiga que el sol vista
de galanura su cuerpo, el rocío bese cada mañana su despertar y la lluvia
empape sus raíces de savia nueva para su maduración gozosa.
Urnas, elecciones, compás de
espera. Pensemos con el poeta indio Rabindranaz Tagore “El pez es mudo en el
agua; la bestia, ruidosa en la tierra; el pájaro, cantor en el aire. Pero el
hombre tiene en sí la música del aire, el alboroto de la tierra y el silencio
del mar.”
¿Con quién te identificas? Mira
en tu interior y ¡vota!
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