El Belén de este año en la Iglesia de Requena |
El temporal que nos ha perseguido
durante este año 2012, sumado al del anterior, es de lo más alarmante que ha
sacudido nuestro pacífico existir
último.
Hemos pasado del cotidiano despertar
metálico para acudir al trabajo a la perezosa legaña de la apatía y el
desaliento. La felicitación amiga y amorosa del año nuevo se desnudó a los pocos días mostrando sus vergüenzas sin
pudor alguno y, ¡oh realidad rendida!
hasta los más puritanos hemos aceptado esos modismos del poder que con ropa ajena sin estrenar, visten su cartera de
piel.
La olla escondida debajo de la baldosa
del hogar está quebrada y en desuso, (ahora el dinero se guarda en los Bancos)
la estructura económica del mismo amparada en la noche del desaliento vaga a
ciegas entre lo aprendido y lo ignorado.
¡Ay Chindas! eres privilegiado, tu no
estás en medio del paro, del reajuste que cual pie de gigante olla sin
miramiento la alegría de vivir. Tu familia bien, aunque sea de perros su existencia; la
nuestra, la de la mayoría de los españoles está menos esperanzada que la “noche
oscura” de San Juan de la Cruz.
Hemos llegado a diciembre con la
sensación de querer salir del mal sueño de la inocencia perdida, del grito
unánime que reclama equilibrio, no a costa del ecuador social sino de ese
vértice que sigue teniendo coches “oficiales con chófer incluido y además
primas” avergonzándonos de ver las vergüenzas que señalamos al principio.
Pechos silicónicos de una élite que valora “su trabajo” allegado a los paraísos
fiscales y pinta el paisaje nacional a tenor de sus reincidentes operaciones.
Noticias ilustradas unas, otras en
esa prosa herida que los periodistas nos sirven en la bandeja de la realidad
que ellos oyen, ven, observan.
La añada que azota nuestras costas
familiares y sociales de innombrable nombre es una llamada de atención, primero
a los que queremos seguir “viviendo” y en segundo lugar a los que,
generosamente ayudan, apostrofando el slogan de los Donantes de Sangre : “hoy
por mi, mañana por ti" y en especial queremos que suene el timbre a las conciencias sordas y dañinas del “ande
yo caliente..., que reflexionen en aquello que se atribuye a San Jerónimo cuando
meditaba sobre la muerte con una calavera en la mano y la oyó decir: "como
te ves, me vi y como me ves, te verás ".
Señores directivos de todos los
ámbitos, no olviden que su rostro también está en ese espejo. A todos los demás
¡Próspero Año Nuevo!