jueves, 5 de agosto de 2010

Requena. Donde la soledad se viste de luz

Requena, lugar en donde vivo, es un pueblo pequeño. Aún ahora, que es verano, no pasará de tres o cuatro decenas de habitantes. Cuando salimos a la calle, nos acercamos a las eras o encontramos a alguien en nuestros paseos, todos nos saludan, preguntan cuál es mi nombre y yo les hago fiestas y cabriolas.
Algunos creen que la vida en los pueblos es monótona, gris, sin alicientes. Para mí Requena es un pueblo luminoso, lleno de incentivos. Sus habitantes habituales y los esporádicos forman una comunidad nada común, muy diversa y con múltiples saberes y aficiones. Los que se dedican al campo hablan y entienden de suelos y del tiempo; de simientes y de abonos; de maquinaria y de mecánica; de mercados y de papeleos oficiales, ¿qué otra actividad necesita de un uso tan diversificado del intelecto? Pues aún les queda capacidad para otras aficiones como la talla, el conocimiento ecológico de aves y plantas, la práctica de la caza y de la pesca, o el amor por la lectura del que puede dar fe el bibliobús.
Entre sus notables habitantes esporádicos hay algún médico, doctorado, fotógrafo espléndido, maestros y magníficos profesionales de la madera, de la forja, de técnicas constructivas.
Sus habitantes mayores tienen la experiencia de la vida y de sus trabajos, experiencia que regalan y comparten y se nota en sus casas, en el pueblo y más allá a través de los hijos, parientes y amigos.
Junto con mi socio creemos que los pueblos no mueren sino que trasplantan su saber y su sentir, junto con su sangre, a las ciudades y mientras siguen existiendo, gozan de una vida serena, luminosa, llena de equilibrio y sensibilidad.
Este seis de agosto se presenta aquí en el salón del ayuntamiento un libro escrito por una hija y habitante habitual de la localidad, su portada la ilustra un cuadro de Requena, también pintado por ella.
Para conocer su honda sensibilidad nada mejor que podamos leer su LXXXIII y último capítulo.

La voz del silencio
“La voz del silencio se oye aquí, en estos parajes. Tenue melodía de soledad que acompaña, distrae, dulcifica. Bella imagen serena, plácida, que orna el mutismo del grito.
Silencio con voz de árboles que mecen sus hojas a nuestro paso.
Silencio que se oye con el movimiento de la aguja por el bordado que hace la abuela.
Silencio que absorbe el sonido del pasar de las hojas del libro leído.
Voz del silencio que permite oír el trino de los pájaros, el maullar de los gatos en celo.
Silencio que habla en el silencio del alma y del cuerpo.
Concierto de la soledad de estos pueblos, sensación de plenitud dentro.
Voz del silencio, voz oída en la luz que se detiene en los andares veloces del tiempo y clarifica el nuestro.”

Quien esto ha escrito es mi ama, y me llama Príncipe...

¿Puede la vida en un pueblo ser gris?

3 comentarios:

  1. Estuve en la presentación y me pareció una maravilla. ¡Gracias, Soco!

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  2. Leído ya el libro pienso que es una gozada, el estilo es novedoso para mi pero hace más fácil hacer propias esas vivencias, me parece,incluso, que yo las hubiera presenciado in situ, cosa completamente imposible por pertenecer a otra època y situación y desde luego es completamente cierto que se lee del tirón como se dijo en la presentación, bueno casi porque en esta vida moderna es prácticamente imposible la falta de interrupción.
    Chindas (perdón por la familiaridad), nos vemos por Requena.

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  3. Hola chindasvinto, quería felicitarte porque para ser un perro escribes muy bien. :)

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