Veloz
y entristecida cayó la mañana en nuestra provincia. Golpe desparramado en la
sensibilidad de tus amigos, porque todos cuantos te hemos conocido eramos eso,
amigos. La nieve, como armiño en tus espaldas, puso su nota de despedida
aumentando el ardor de la fiebre. Deber cumplido el tuyo, acto generoso en pro
de los sencillos moradores de la altura.
Algo
se muere en el alma cuando un amigo se va..., reza la canción y hoy Palencia ha
escenificado el multitudinario devenir de la tristeza llenando tu recuerdo de
flores. Tu bondad y sentido de servicio se mezclaba con el aroma del cariño. En
ti queda escrito el sabor de lo eterno.
Día de luto, amigo, por tu temprana marcha/ melancolía en
el corazón por el fuego de la amistad apagada/ tristeza en los ojos que no
volverán a ver tu sonrisa amable y la mano tendida.
Has
emigrado José María al cielo de los creyentes llevando en el maletín de viaje
nuestros ayes y demandas. La noche ha anochecido el día, pero era la luz la que
esperaba tu llegada. Dolor quedas en tu hogar y en todos los pueblos de la
provincia, porque en todos, tu huella será reliquia de tu cargo y amistad
sagrada.
Las
campanas de la Catedral sonaban a aleluyas en el horizonte celeste pero aquí,
eran sonidos de dolor amarrando el momento final de tu historia entre nosotros.
Miraremos una vez más las estrellas para descubrirte entre ellas oteando
nuestros destinos rurales y tu sueño de vida digna se hará realidad.
Gracias
por tu legado de honradez y simpatía. No miraremos hacia atrás, como era tu
lema de vida."Somos el tiempo que nos queda, uno no sabe lo que va a pasar
mañana, por eso hay que darlo todo" nos decías.
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