jueves, 20 de octubre de 2016

SON DE CASTA

He salido con mi socio por el Canal de Castilla, camino de Valdemorco e íbamos comentando la agitada actividad de los líderes de los partidos políticos. Tirando de distintas hebras hemos acabado dialogado sobre “la casta”, denominación que viene aplicándose a todos los políticos de esta España en crisis, en especial a los sujetos del bipartidismo.

Este significado puede derivarse de las castas de la India y de algunos países en los que un grupo forma un clan especial, separado de los demás por raza, religión o cultura. Así los políticos forman una casta alejada del común de los ciudadanos, preocupados casi en exclusiva de sus gustos e intereses.

Éste es un significado muy etnográfico, el uso común emplea más la palabra para indicar una selección por ascendencia, linaje o porque tiene unas cualidades típicas y ordinariamente sobresalientes. Así se habla de un toro de casta. Mi socio me mira riendo y me dice que soy un perro de casta y que hay políticos de casta.

Los líderes de Podemos que se consideran fuera de la casta, es decir unos descastados. Sin duda alguna, sí, Iglesias y Errejón son políticos de casta porque están, actúan y se mueven ante los ciudadanos como líderes populares; es cuestión de genética, lo llevan como el toro de lidia en la sangre. También lo fueron durante la transición Suárez, Felipe, Carrillo o Fraga.

Tal vez afines al PP consideren a Rajoy un animal político de casta, pero es evidente que no lo es. Rajoy como Rubalcaba pertenecen al género de políticos con oficio que dominan el tejemaneje partidario y el ejercicio del poder pero les falta el pedigrí.

¿Y qué son Rivera y el dimitido Sánchez? Rivera tiene maneras de un político de casta, veremos si el campo político es suficientemente amplio para que se manifieste su valía. En cuanto Sánchez no parece que haya mostrado su carisma y ni que esté ducho en el oficio. Eso sí, es una figura aliñada, que pudo generar esperanzas... sin fundamento.

En conclusión, los descastados son lo mejor de la casta en el lenguaje del pueblo.

Mas la casta o el oficio, aunque puedan aligerar y reforzar el liderazgo político, no son garantía de un buen servicio a la población, todo dependerá de los resultados, y éstos dependerán más de los objetivos que se propongan y que sean alcanzables y de la energía y dedicación que se les dedique.


Nada impide que haya gobernantes sin casta y a los que no les acompañe anterior aprendizaje del oficio que resulten eficaces donde han fracasado gobernantes con destreza innata o aprendida.

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