He salido con mi socio por el Canal de Castilla, camino de
Valdemorco e íbamos comentando la agitada actividad de los líderes de los
partidos políticos. Tirando de distintas hebras hemos acabado dialogado sobre
“la casta”, denominación que viene aplicándose a todos los políticos de esta
España en crisis, en especial a los sujetos del bipartidismo.
Este significado puede derivarse de las castas de la India y
de algunos países en los que un grupo forma un clan especial, separado de los
demás por raza, religión o cultura. Así los políticos forman una casta alejada
del común de los ciudadanos, preocupados casi en exclusiva de sus gustos e
intereses.
Éste es un significado muy etnográfico, el uso común emplea
más la palabra para indicar una selección por ascendencia, linaje o porque
tiene unas cualidades típicas y ordinariamente sobresalientes. Así se habla de
un toro de casta. Mi socio me mira riendo y me dice que soy un perro de casta y
que hay políticos de casta.
Los líderes de Podemos que se consideran fuera de la casta,
es decir unos descastados. Sin duda alguna, sí, Iglesias y Errejón son
políticos de casta porque están, actúan y se mueven ante los ciudadanos como
líderes populares; es cuestión de genética, lo llevan como el toro de lidia en
la sangre. También lo fueron durante la transición Suárez, Felipe, Carrillo o
Fraga.
Tal vez afines al PP consideren a Rajoy un animal político de
casta, pero es evidente que no lo es. Rajoy como Rubalcaba pertenecen al género
de políticos con oficio que dominan el tejemaneje partidario y el ejercicio del
poder pero les falta el pedigrí.
¿Y qué son Rivera y el dimitido Sánchez? Rivera tiene
maneras de un político de casta, veremos si el campo político es
suficientemente amplio para que se manifieste su valía. En cuanto Sánchez no parece que haya mostrado su carisma y ni
que esté ducho en el oficio. Eso sí, es una figura aliñada, que pudo generar
esperanzas... sin fundamento.
En conclusión, los descastados son lo mejor de la casta en el
lenguaje del pueblo.
Mas la casta o el oficio, aunque puedan aligerar y reforzar
el liderazgo político, no son garantía de un buen servicio a la población, todo
dependerá de los resultados, y éstos dependerán más de los objetivos que se
propongan y que sean alcanzables y de la energía y dedicación que se les
dedique.
Nada impide que haya gobernantes sin casta y a los que no les
acompañe anterior aprendizaje del oficio que resulten eficaces donde han
fracasado gobernantes con destreza innata o aprendida.
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