jueves, 30 de julio de 2015

FINES DE SEMANA

          Con el placer que se aloja en los corazones que soñaron muchas veces con las vacaciones del verano, los fines de semana de julio y agosto son el cenit del gozo. La juventud airea su alegría y vitalidad en las plazas, jardines o márgenes del Canal de Castilla si éste les sirve de espejo, o de cualquier río que corre sin darles alcance en su ociosa y festiva vacación.
            En los pueblos se respira a progreso generacional, niños y adultos se entremezclan en la solana, carreras de juegos infantiles, bicicletas, balones y tertulias al fresco de la tarde se hacen cotidianos pero, llegados los fines de semana, todo se acrecienta, parece como que el "domingo" se adelanta. Me refiero a tal día porque por no ser laboral, tiene un carácter relajado, familiar, más social que otros, ya que los amigos afianzan esa deliciosa costumbre de compartir experiencias y asueto.
            Tú, mi gran amigo Chindas, sé que añoras esas "soledades" que te permiten correr por el campo, salir a la calle con tu bozal, pero libre. El verano para ti es un cúmulo de voces, risas oídas desde el otro lado de la tapia que alteran tu forma de vivir, por lo cual sé que tu sosiego no es el sosiego de los humanos. Tu libertad termina cuando empieza la de los visitantes veraniegos.
            Se acercan, mi fiel compañero de fatigas, las fiestas patronales. Agosto en especial, se llena de música. Aquí, en nuestro pueblo se avecinan varios sábados animados por diversos acontecimientos, tenemos que lucir la acogida de la que hacemos gala y dar a nuestros visitantes -vecinos estivales- motivos de evocación cuando regresan a sus hogares de invierno.
            Calles de puertas cerradas a la luz y al frío están engalanadas ahora. La Diputación, como hada madrina, intenta con los ayuntamientos dar alegría y contento a estos pueblos semi desiertos patrocinando coros y danzas, para evocar el recuerdo de aquellas fiestas de antaño en la que las gentes festejaban el final de la cosecha poniendo al Santo Patrón con bailes las espigas de su esfuerzo.

            Pueblos pequeños con sueños de no morir agasajamos a los niños para que, como nosotros ahora festejamos el ayer de nuestra infancia, ellos sigan haciendo presente en su madurez la suya.                     Presente y futuro unidos en la ilusión y la alegría de la amistad compartida.

jueves, 23 de julio de 2015

EL CAMPANIL DE LA TORRE

        ¡Al fin!, querido Chindas, el campanil de la torre luce airoso mirándonos desde su atalaya. Espejo del tiempo de las generaciones que vieron colocar su imagen galana en tan visible espacio a primeros del siglo pasado. Campana dentro para señalar las horas que el reloj le dictaba, para, a las 12 y 24 que la saeta marcaba, repicar a muerto, expreso deseo del donante. Oración callada la de entonces rememorando.
            Campanil de la torre vestido de color de luto por la forja y el recuerdo. Día de alegría en el pueblo al ver devuelta a la iglesia su corona, que esbelta luce rozando el cielo. Las cigüeñas le miran con cierto recelo, aunque inofensivo sigue a su lado y, al no tañir, detienen su vuelo.
            Expectación en la calle con las grúas amarrando e izando la majestuosa figura reparada; móviles y flaxes detienen para la historia, en sus cámaras, el retorno de esta "joya" averiada que bajó hecha pedazos, que rompió las esperanzas de renacer a la vista de todos. Tú, querido Chindas, también observabas y en esa plegaria de tus guauuuus, alargados y sonoros, deseabas como todos, que el ayuntamiento, dueño del reloj y campanil, salvase las distancias económicas hasta dar este nuevo amanecer.
            Empezamos dando las gracias a la corporación saliente, que ha hecho posible este día de gozo. Sus cuentas han cuadrado y, aunque el ingrato suelo que pisamos sólo vea las "obligaciones", sin reparar en los obstáculos que detienen las obras, es de bien nacidos ser agradecidos por el logro conseguido.
            Campanil de la torre con la veleta en lo alto, girar al sur la mirada quieres cuando el norte se agazapa y el viento se torna cómplice y rula a desgana. Campana del ángelus de mediodía, en silencio sonando para las gentes de ahora, para que las palomas no huyan y el sudor que secó a su tañido en las labores del campo siga siendo espiga entre los dedos portada.
            Campanil de la torre de mi pueblo has vuelto para quedarte otros cien años. Miran los niños ahora el izado de tu cuerpo,sin entender el júbilo, sin valorar la hazaña de volver a ser protagonista en un pueblo de silencios.
            Chindas desde su espacio cercado, mira a la grúa dar giros y más giros hasta acertar con el vértice, depositando suavemente esta cresta legendaria, santo y seña local, orgullo de los ojos habituados a su presencia. Generaciones unidas en sentimientos, ayer como hoy es un día festivo para la vista.

viernes, 3 de julio de 2015

LA SED DE LOS GERANIOS

       Pasan los días, amigo Chindas, afilando el sol sus rayos, lamiendo las gotas de agua que retienen las raíces de las plantas hasta abrasar el corazón de éstas, dejando un débil latido de existencia amurallado en su tiesto de barro.
         Los geranios florecidos intentan mantener a sus vástagos protegidos con su sombra de color hasta que el riego vespertino alimente su alma de belleza natural. Abanico cerrado es el viento plegado que sestea bajo un árbol, al lado del arroyo. Semana ésta que está potenciando el orgullo del termómetro que da la nota más alta. Reseca y soleada la hierba anhela el rapado de su melena para que sus brotes, débiles pinceladas asidas a la tierra, respiren con avidez el paraíso del agua que en la fuente cercana canturrea en libertad.
          Días se siega y sudor, de luz aposentada ociosa sobre el laberinto de cruces en caminos y hombros desnudos, en balcones  y jardines, libando el color de las flores hasta marchitarlo, dejando el rosetón empequeñecido y soñoliento.  Poesía encerrada en cada hoja, en cada pétalo, en cada capullo amaneciendo. Historia de vidas.
             Nubes pasajeras se entremezclan con bandadas de pájaros que trinan desde la altura haciendo  guiños al sol y éste se muestra enojado porque sus lentes aparecen moteadas. Visión  de montañas lejanas en tonos azulados y campos ocres de madurez, aparecen en este paisaje real de nuestro entorno. Pergaminos escritos con luces de renovación y calma.

              Sed apagada mirando al cielo y recreando el suelo, dan al atardecer el aroma del tiempo.