jueves, 19 de octubre de 2017

CUATRO AMIGOS

El cuarto, hizo la foto
Orlando la amistad, los cuatro amigos se dirigen a la montaña palentina. Sabor a aventura, a libertad compartida en las alturas. Ascenso ilusionado intentando tocar el cielo.

Pisadas firmes, sin huellas por la sequía, van aportando al sendero la vida del soñador que busca su encuentro con la naturaleza elevada. Si la meta es la cima, su camino es arduo y a veces fatigoso; son jubilados y la energía de años atrás va disminuyendo, pero el anhelo de la hazaña les da ímpetu para seguir.

Pausas para contemplar el paisaje, observar las vaguadas, la vegetación, las aldeas diminutas que aparecen en la lontananza de los valles. Aire puro para los pulmones, alegría interior en el reino de la luz.

Cuatro siluetas abanicadas por el trotecillo del viento se divisan desde abajo. D. Pedro, enamorado hasta los tuétanos de la montaña, intenta ser el primero en esa fila de ilusión. Maiso le sigue sin pretender dar alcance a sus sentimientos, mientras Carlos y J.R Lagunilla conversan y jalonan algunas metas.

Se detienen los cuatro amigos a respirar las emociones del aire. Invadidos por la magia que la montaña destila, son transportados a horizontes y conjuros tan sobrehumanos que sus pies se visten de aromas, de jaras pintadas en el atardecer.

Logrado el primer tramo programado descienden. La montaña despide sus pasos de ascenso con un cosquilleo de piedras resbaladizas. En la ladera suena el eco de su animada charla. Ahora van a cambiar de ruta, los pantanos que están ahítos de sequía, lloran sin lágrimas húmedas el vacío de sus entrañas. Van a consolarlos con su añoranza admirando su belleza.


Pueblos que fueron hogar dejan ver su desnudez; aquellas paredes que resguardaron su intimidad permanecen firmes en los cimientos, pero derrotadas por el agua que en su día las anegó. Salir a luz de nuevo las causa dolor ante la mirada curiosa de visitantes. Un puente con sus ojos abiertos desde hace siglos da una pincelada de color dejando pasar un hilo de agua azulada por uno de ellos. 

martes, 10 de octubre de 2017

RETORNO


Acabó el verano y con él la soledad llega con su maleta cargada para almacenar en el baúl los trajes de la alegría infantil y juvenil.

Mientras recorro las calles vacías, oigo el silencio iluminado por la luna. Una nubecilla se coloca a su lado queriendo salir en la foto de mi mirada. El cierzo, celoso del color de las flores que penden aún de las ventanas, rapta a algunas dejándolas caer, en pleno vuelo enamorado, marchitas al borde de las aceras. Veo sus pétalos doloridos entre el polvo de una obra vecina. Las estrellas rilan sus diminutos rayos embelleciendo la noche.


Llego a casa, corro el cerrojo de la puerta quedando trancada ésta dando seguridad al reposo. Una paz sin parangón mece el sueño de todos los vecinos. En el patio, Chindas cela la noche.