jueves, 25 de febrero de 2016

INTRÍNGULIS

Amigo Chindas, hace días que no te escribo pero el susto que nos distes el otro día con tu ataque epiléptico, hace que vuelva a colocarme a tu lado. Tú, mi buen perro, golpeabas tu cabeza en el suelo mientras el cuerpo era preso de las convulsiones; nos asustaste y ese dolor amigo ante la idea de perderte llenó de pesar la casa. Afortunadamente sólo ha sido un episodio que trataremos de olvidar esperando que no se repita.

Dentro del contexto político social que estamos viviendo en nuestro país, se nos antoja ver una similitud con tu experiencia. Estertores de ideas que alertan, que precisan atención, que conllevan desasosiego ante un futuro rompiente. El habitual ritmo de convivencia que serena  y ha pautado el día día de las últimas generaciones, se ve abocado a un cambio radical. Las hojas de los árboles centenarios, tan perennes e intachables, caen atacadas por exceso de sol…

Capas de luz ocultando las sombras; los hongos de la condición humana del aprovechamiento personal, del traje y la educación refinada, supremacía en dirigir con “buena voluntad” sin temor a ser descubierta la cara oscura de la realidad subyacente.

Los fenómenos de la claridad nos sumergen en un decepcionante desequilibrio por la agresividad de su impronta, por esa posesión absoluta de su verdad, por el liderazgo a toda costa. ¿Qué hay detrás de ese intríngulis de ideas?.

Si el fruto se esconde tras una cáscara amarga, si el golpe que te diste al caer en la cabeza, si nuestro temor a la separación nos lleva a madurar en criterios de bien común y cada ciudadano aportamos confianza en un futuro dirigido con manos limpias y corazón de servicio, nuestro próximo espacio tendrá la rentabilidad de la armonía y España volverá a ser diferente.

Amigo Chindas, resurjamos como el Ave Fénix, quedan días para soñar, así que soñemos.
Un abrazo.

jueves, 18 de febrero de 2016

LLUVIA Y LLANTO

Lluvia abrazada al viento, cual cuchillo de acero abres en canal las nubes y laceras mi cuerpo; arrebujas la risa, detienes el sueño.

Dolor por ausencia de sol; lágrimas murmurando al cielo. Lluvia de febrero vestida de nieve, corazón de hielo.

Los campos saciados, vomitan tu exceso. ¡Gemelos, gemelos! Gritan los surcos al grano fecundo que anega sus ansias de procrear a tiempo. Arroyos latiendo, desbordando su seno; riberas de ríos babeando lechos; miradas indiscretas del agua a los huertos.

Frío de lluvia dominando, rostros ateridos, pasos ligeros; tu cabalgata no entiende de inviernos serenos, de romances visualizando el aliento sin la torpe mojadura que hiela los huesos.

Contradictoria apariencia la del cielo sin nubes, sin abismos de dolor, sin huecos con hielo; movimiento del aire, abanicando, acariciando, con ésta de techumbre gris y ojos de espanto besando el suelo.

Cuando mis nervios se rebelan contra la furia húmeda del tiempo y la alambrada que oprime su libertad o los limita, un rayo de sol con timidez asoma a mi lado y un suspiro interminable de alivio recorre a grandes pasos mi caparazón dolorido.

Vuelve la lluvia y el viento tropezando mis pies en los charcos, socavando los músculos hasta herirlos y cual llave de la boca de riego abierta a media noche, el surtidor de los sentidos empieza a elevar y golpear el espacio con su risa inesperada y agresiva dibujando siluetas ovaladas.

Lluvia y llanto en invierno, moneda falsa de esta época cuando excede los límites siendo abusiva y prepotente, cuando se auto invita arrasando paseos, azotando cristales, dominando calles, penetrando en la piel hasta atenazar los huesos. Ternura y placer en primavera, bienhechora, querida y deseada.

Muleta en el brazo por tu tesón en molestarme, miro al cielo que entreabre una cortina finísima de nubes de algodón sonrosado y da una pausa al cariz del enojado tiempo. El paraguas se cierra, baja sus brazos abofeteados por el eólico genio que zarandea sus varillas y tela y dócilmente se deja ceñir.


Lluvia y llanto, río elevado que desborda sus caudales hasta besar la tierra. Lágrimas de transparente pureza, agua capsulada del afluente de la vida. Los dos sois agua, los dos anidáis en el lecho etéreo que interioriza y expande a la vez los sentimientos. Lluvia y llanto, llanto y lluvia. Dolor y risa, reuma y termómetro de placer o pañuelo.

jueves, 11 de febrero de 2016

LAS MERENDILLAS

Querido Chindas:
         Te voy a contar la recuperación que hemos hecho en el pueblo de la tradicional “merendilla” que tanta ilusión generó en nuestra infancia. Mayores y niños compartimos mesa y mantel en un ambiente de unidad digno de elogio. La presencia de Maribel y Mariano, de Marcilla, de Luis de Valladolid, Mari Mar y Julián de Palencia entre nosotros, aportó ese sabor dulce y entrañable de la amistad que comparte inquietudes y festejos “hogareños” al lado de la sencillez y el cariño de esta localidad que los acoge.
      Sí, Chindas, la alegría renovada con sabor a tortilla de patata y chorizo se ha ampliado con viandas más actuales , canapés, empanada, jamón serrano… etc., etc., que regados con bebidas al gusto, más las hojuelas de esta época, deleitaron a la concurrencia. En este tiempo de soledad y frío en los pueblos pequeños, éramos ¡un montón! : veintitrés personas.
         Sin duda que quienes viven en municipios grandes o ciudades leerán esta cifra con un cierto rictus en los labios, pero… ¿pueden éstos vanagloriarse de una convivencia festiva de este calado?. Celebrar los recuerdos dándoles presencia es hacer del invierno una primavera de ilusiones.

          El corazón del local enrojado late apresurado, sueña desde esos leños candentes con pandillas que portan aguinaldos. Festín de convivencia y manuscrito en los anales de sus vidas llenos de emotividad y camaradería.

          Tú, mi buen perro, desconoces el ayer de los moradores de este lugar y por lo mismo ignoras la trascendencia de estrenar hechos viejos con la fascinación de lo nuevo. Veamos en esta merienda, inicialmente infantil de ahí lo de merendilla, un propósito:

Mirar con ojos de niño los pasos dados hasta la madurez que poseemos y dejar que la   imaginación goce de la festividad de la inocencia.
Entrar en la ensoñación del recuerdo asidos de la mano materna que preparó el ágape.
Reencontrarnos a nosotros mismos compartiendo, bebiendo el agua de la misma fuente, como pajarillos sedientos tras un largo vuelo.
Ella, la amistad, señoreándose de mano en mano, saludando, estrechando…
Niebla en paisajes entrañables; narración de retazos en común vividos.
Descubrir todos juntos el duende que nos posee en este día de convivencia.
Ingenio que sorprende en la realización del festejo. Brisa suave que acaricia los rostros.
Llama, que iluminando la noche permite seguir la senda de la sabiduría popular que heredamos.
Abrazo de despedida, latido que sonríe, mirada que perpetuar quiere los sentimientos de paz y alegría, gozados en estas horas frente a la mesa. Flores adornando al pueblo.
Sainete interpretado paladeando el hacer de cada casa, las delicias de un buen yantar y con la maestría de buenos actores cerrando la obra entre aplausos y parabienes.

             Adiós, Chindas, ¡hasta la próxima semana!.  

jueves, 4 de febrero de 2016

VISITANTES

Requena de Campos desde
el Canal de Castilla
         Cuando la sencillez acampa por estos lares y parajes, el Canal de Castilla se señorea cruzando sus dominios. Muchos son los caminantes que dejan su huella por la margen derecha gozando de la luz que el cielo castellano irradia, dando a la cinta azul de sus aguas esplendor. La llanura que verdeguea a sus pies pone alas a la imaginación y entre surcos asoma una diminuta población -la nuestra- y deciden visitarnos.
          Con esa amabilidad que todo andador de rutas turísticas lleva en su mochila, se admiran de la belleza del interior de la iglesia, su Retablo Mayor del S.XVIII y de su belén permanente. Detalles de vida cotidiana, de presencias nunca idas aunque la soledad invernal cierre sus puertas.
         Entusiasmo en la excursión. Atrás queda Madrid con su urbe llena de ajetreos, de arte y de historia, de ruidos y controles de tiempo. Perderse en este infinito es sosegar el alma y rendir paz a la vida.
              Caminante, tu silueta hace la ruta a lomos del agua, vestida de reflejos de sol y mermejas juguetonas. Entre juncos croa una rana y sólo tú aspiras el aroma de esta aventura. Los chopos inclinan sus ramas desnudas saludando tu presencia, eres importante en esta senda.
              Caminante que pisas el silencio hablador de la naturaleza y escuchas los trinos de avecillas o patos silvestres que anidan en las lagunas del entorno, observa el  romance de las flores silvestres ofreciéndote su belleza desapercibida y fresca. Mira de nuevo tu sombra que se baña en la mansedumbre del devenir del canal que lleva al mar su cálida experiencia de formas nuevas.

              Tras la despedida, este grupo reinicia su marcha al pueblo inmediato donde reponer fuerzas y contemplar el románico más puro de la zona: San Martín, en Frómista.
              Camino agreste de tierra con charcos de lluvia retenida, la conversación se reanuda con el paladar hecho elogios y optimismo en llegar al final de esta etapa  marcada con la generosidad de un viaje placentero.


              Un adiós, Chindas, en un día de proximidad y reflexión. En el peregrinar de la vida hay compañeros de senda que merece la pena recordar para añadir una pizca de felicidad al día día.