Querido
Chindas:
Te voy a
contar la recuperación que hemos hecho en el pueblo de la tradicional
“merendilla” que tanta ilusión generó en nuestra infancia. Mayores y niños
compartimos mesa y mantel en un ambiente de unidad digno de elogio. La
presencia de Maribel y Mariano, de Marcilla, de Luis de Valladolid, Mari Mar y
Julián de Palencia entre nosotros, aportó ese sabor dulce y entrañable de la
amistad que comparte inquietudes y festejos “hogareños” al lado de la sencillez
y el cariño de esta localidad que los acoge.
Sí,
Chindas, la alegría renovada con sabor a tortilla de patata y chorizo se ha
ampliado con viandas más actuales , canapés, empanada, jamón serrano… etc., etc.,
que regados con bebidas al gusto, más las hojuelas de esta época, deleitaron a
la concurrencia. En este tiempo de soledad y frío en los pueblos pequeños,
éramos ¡un montón! : veintitrés personas.
Sin duda
que quienes viven en municipios grandes o ciudades leerán esta cifra con un
cierto rictus en los labios, pero… ¿pueden éstos vanagloriarse de una
convivencia festiva de este calado?. Celebrar los recuerdos dándoles presencia
es hacer del invierno una primavera de ilusiones.
El corazón del local enrojado late apresurado, sueña
desde esos leños candentes con pandillas que portan aguinaldos. Festín de
convivencia y manuscrito en los anales de sus vidas llenos de emotividad y
camaradería.
Tú, mi
buen perro, desconoces el ayer de los moradores de este lugar y por lo mismo
ignoras la trascendencia de estrenar hechos viejos con la fascinación de lo
nuevo. Veamos en esta merienda, inicialmente infantil de ahí lo de merendilla,
un propósito:
Mirar con ojos
de niño los pasos dados hasta la madurez que poseemos y dejar que la imaginación goce de la festividad de la
inocencia.
Entrar en la ensoñación del recuerdo
asidos de la mano materna que preparó el ágape.
Reencontrarnos a nosotros mismos
compartiendo, bebiendo el agua de la misma fuente, como pajarillos sedientos
tras un largo vuelo.
Ella, la amistad, señoreándose de mano
en mano, saludando, estrechando…
Niebla en paisajes entrañables;
narración de retazos en común vividos.
Descubrir todos juntos el duende que
nos posee en este día de convivencia.
Ingenio que sorprende en la
realización del festejo. Brisa suave que acaricia los rostros.
Llama, que iluminando la noche permite
seguir la senda de la sabiduría popular que heredamos.
Abrazo de despedida, latido que
sonríe, mirada que perpetuar quiere los sentimientos de paz y alegría, gozados
en estas horas frente a la mesa. Flores adornando al pueblo.
Sainete interpretado paladeando el
hacer de cada casa, las delicias de un buen yantar y con la maestría de buenos
actores cerrando la obra entre aplausos y parabienes.
Adiós,
Chindas, ¡hasta la próxima semana!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario