Requena de Campos desde el Canal de Castilla |
Cuando la sencillez acampa por estos lares y parajes, el
Canal de Castilla se señorea cruzando sus dominios. Muchos son los caminantes
que dejan su huella por la margen derecha gozando de la luz que el cielo
castellano irradia, dando a la cinta azul de sus aguas esplendor. La llanura
que verdeguea a sus pies pone alas a la imaginación y entre surcos asoma una
diminuta población -la nuestra- y deciden visitarnos.
Con esa
amabilidad que todo andador de rutas turísticas lleva en su mochila, se admiran
de la belleza del interior de la iglesia, su Retablo Mayor del S.XVIII y de su
belén permanente. Detalles de vida cotidiana, de presencias nunca idas aunque
la soledad invernal cierre sus puertas.
Entusiasmo
en la excursión. Atrás queda Madrid con su urbe llena de ajetreos, de arte y de
historia, de ruidos y controles de tiempo. Perderse en este infinito es sosegar
el alma y rendir paz a la vida.
Caminante, tu silueta hace la ruta a lomos del agua,
vestida de reflejos de sol y mermejas juguetonas. Entre juncos croa una rana y
sólo tú aspiras el aroma de esta aventura. Los chopos inclinan sus ramas
desnudas saludando tu presencia, eres importante en esta senda.
Caminante que pisas el silencio hablador de la
naturaleza y escuchas los trinos de avecillas o patos silvestres que anidan en
las lagunas del entorno, observa el
romance de las flores silvestres ofreciéndote su
belleza desapercibida y fresca. Mira de nuevo tu sombra que se baña en la
mansedumbre del devenir del canal que lleva al mar su cálida experiencia de
formas nuevas.
Tras la
despedida, este grupo reinicia su marcha al pueblo inmediato donde reponer
fuerzas y contemplar el románico más puro de la zona: San Martín, en Frómista.
Camino
agreste de tierra con charcos de lluvia retenida, la conversación se reanuda
con el paladar hecho elogios y optimismo en llegar al final de esta etapa marcada con la generosidad de un viaje
placentero.
Un adiós, Chindas, en un día de
proximidad y reflexión. En el peregrinar de la vida hay compañeros de senda que
merece la pena recordar para añadir una pizca de felicidad al día día.
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