jueves, 4 de febrero de 2016

VISITANTES

Requena de Campos desde
el Canal de Castilla
         Cuando la sencillez acampa por estos lares y parajes, el Canal de Castilla se señorea cruzando sus dominios. Muchos son los caminantes que dejan su huella por la margen derecha gozando de la luz que el cielo castellano irradia, dando a la cinta azul de sus aguas esplendor. La llanura que verdeguea a sus pies pone alas a la imaginación y entre surcos asoma una diminuta población -la nuestra- y deciden visitarnos.
          Con esa amabilidad que todo andador de rutas turísticas lleva en su mochila, se admiran de la belleza del interior de la iglesia, su Retablo Mayor del S.XVIII y de su belén permanente. Detalles de vida cotidiana, de presencias nunca idas aunque la soledad invernal cierre sus puertas.
         Entusiasmo en la excursión. Atrás queda Madrid con su urbe llena de ajetreos, de arte y de historia, de ruidos y controles de tiempo. Perderse en este infinito es sosegar el alma y rendir paz a la vida.
              Caminante, tu silueta hace la ruta a lomos del agua, vestida de reflejos de sol y mermejas juguetonas. Entre juncos croa una rana y sólo tú aspiras el aroma de esta aventura. Los chopos inclinan sus ramas desnudas saludando tu presencia, eres importante en esta senda.
              Caminante que pisas el silencio hablador de la naturaleza y escuchas los trinos de avecillas o patos silvestres que anidan en las lagunas del entorno, observa el  romance de las flores silvestres ofreciéndote su belleza desapercibida y fresca. Mira de nuevo tu sombra que se baña en la mansedumbre del devenir del canal que lleva al mar su cálida experiencia de formas nuevas.

              Tras la despedida, este grupo reinicia su marcha al pueblo inmediato donde reponer fuerzas y contemplar el románico más puro de la zona: San Martín, en Frómista.
              Camino agreste de tierra con charcos de lluvia retenida, la conversación se reanuda con el paladar hecho elogios y optimismo en llegar al final de esta etapa  marcada con la generosidad de un viaje placentero.


              Un adiós, Chindas, en un día de proximidad y reflexión. En el peregrinar de la vida hay compañeros de senda que merece la pena recordar para añadir una pizca de felicidad al día día.

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