Lluvia abrazada al viento, cual cuchillo de acero abres en
canal las nubes y laceras mi cuerpo; arrebujas la risa, detienes el sueño.
Dolor por ausencia de sol; lágrimas murmurando al cielo.
Lluvia de febrero vestida de nieve, corazón de hielo.
Los campos saciados, vomitan tu exceso. ¡Gemelos, gemelos!
Gritan los surcos al grano fecundo que anega sus ansias de procrear a tiempo.
Arroyos latiendo, desbordando su seno; riberas de ríos babeando lechos; miradas
indiscretas del agua a los huertos.
Frío de lluvia dominando, rostros ateridos, pasos ligeros; tu
cabalgata no entiende de inviernos serenos, de romances visualizando el aliento
sin la torpe mojadura que hiela los huesos.
Contradictoria apariencia la del cielo sin nubes, sin abismos
de dolor, sin huecos con hielo; movimiento del aire, abanicando, acariciando,
con ésta de techumbre gris y ojos de espanto besando el suelo.
Cuando mis nervios se rebelan contra la furia húmeda del
tiempo y la alambrada que oprime su libertad o los limita, un rayo de sol con
timidez asoma a mi lado y un suspiro interminable de alivio recorre a grandes
pasos mi caparazón dolorido.
Vuelve la lluvia y el viento tropezando mis pies en los
charcos, socavando los músculos hasta herirlos y cual llave de la boca de riego
abierta a media noche, el surtidor de los sentidos empieza a elevar y golpear
el espacio con su risa inesperada y agresiva dibujando siluetas ovaladas.
Lluvia y llanto en invierno, moneda falsa de esta época
cuando excede los límites siendo abusiva y prepotente, cuando se auto invita
arrasando paseos, azotando cristales, dominando calles, penetrando en la piel
hasta atenazar los huesos. Ternura y placer en primavera, bienhechora, querida
y deseada.
Muleta en el brazo por tu tesón en molestarme, miro al cielo
que entreabre una cortina finísima de nubes de algodón sonrosado y da una pausa
al cariz del enojado tiempo. El paraguas se cierra, baja sus brazos abofeteados
por el eólico genio que zarandea sus varillas y tela y dócilmente se deja
ceñir.
Lluvia y llanto, río
elevado que desborda sus caudales hasta besar la tierra. Lágrimas de
transparente pureza, agua capsulada del afluente de la vida. Los dos sois agua,
los dos anidáis en el lecho etéreo que interioriza y expande a la vez los
sentimientos. Lluvia y llanto, llanto y lluvia. Dolor y risa, reuma y
termómetro de placer o pañuelo.
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