Aquí estoy tumbado en el corral
junto a mi compañero Nano mientras el socio lee la prensa. Se está bien a la
sombra y aunque la fama que acompaña a nuestra calidad de vida no es muy
positiva, “vida perra”, estamos satisfechos. Gozamos de amplio espacio para
movernos sin ataduras, lugar donde cobijarnos, alimentación abundante y paseos
diarios a la caída de la tarde cuando el calor comienza a decaer.
Nos
ha costado adaptarnos, pero ya estamos integrados a pesar de ser dos canes muy
diferenciados.
El
socio, que ha dejado el periódico observando lo que pensamos, nos hace entrar
en el comentario de la defensa que Andreas Schleicher hace de la ley Wert en la
Comisión de Educación del Congreso. Andreas, subdirector de la OCDE, es el
responsable del informe PISA.
La
LOMCE, ley para la mejora de la calidad educativa es, a mi juicio, un nombre un
tanto pedante. Toda ley que se precie ya sea sobre justicia, comercio u otra
materia siempre intentará mejorar su calidad. ¿Todas las leyes tendrán en sus
siglas las letras “mc”?
Con
todo, preciso es reconocer que en el proyecto del ministro que presenta el
Gobierno hay voluntad positiva y aciertos pues el sr. Andreas lo bendice. Pero,
con todo, nuestros legisladores están divididos. La mayoría del PP lo respalda
pero sin ningún apoyo.
Ni
el prudente y equilibrado ministro Angel Gabilondo ni el locuaz Wert han
conseguido un pacto nacional sobre educación, siendo muy importante pactar, ya
que la escuela es el medio más eficaz para conseguir la igualdad de
oportunidades porque supone que todos tengan acceso a una educación de calidad
ya sean ricos o pobres, agraciados o con discapacidades, habitantes de la
ciudad o del campo, de centros urbanos o de barrios degradados.
Esto
exige, en la enseñanza gratuita y obligatoria, profesorado preparado, aulas
adecuadas y materiales escolares precisos, sean los centros públicos o
concentrados.
Esta
formación debe comenzar en los primeros años, infantil y primaria. Si esta base
falla será muy difícil lograr un desarrollo adecuado en etapas posteriores. Una
sociedad no se legitima si quedan grupos marginados desde edades tan tiernas.
Al
mismo tiempo la escuela es el espacio más adecuado para la convivencia y la
integración, superando las diferencias por la riqueza, el origen racial, las
culturas y las creencias. Por eso que con financiación pública no ha de
admitirse que los centros puedan de forma directa o indirecta escoger a sus
alumnos por su capacidad, creencias o con exigencias de materiales especiales,
vestimentas, etc., que marginen de forma intencional a los no deseados.
La
enseñanza básica está programada para abrir caminos ofreciendo a los muchachos
los medios para su desarrollo integral que les permita ser personas autónomas e
integrarse en la sociedad. No es una carrera de obstáculos que deban superar
con las calificaciones de aprobado y si no lo consiguen quedar marginados y sin
posibilidades de un futuro equilibrado y digno.
Evaluaciones
sí. Es preciso evaluar los logros y adquisiciones de los niños así como sus
dificultades para ayudarles en su desarrollo.
Y
más importante es evaluar el proceso educativo y la labor de los educadores
para analizar logros, carencias y fallos. No está nada mal que haya una
evaluación externa que evalúe los resultados dentro de su contexto.
Hablar
del fracaso del escolar en la etapa obligatoria es una majadería pues no todos
los niños tienen las mismas capacidades ni el mismo ambiente social y familiar.
La escuela ha de hacer lo posible para promover en el niño el desarrollo adecuado
y en esto sí que puede existir el fracaso del maestro y de la sociedad.
Puestas
las bases educativas en la enseñanza obligatoria habrá que cuidar que todos
tengan la oportunidad de continuar su formación profesional o universitaria. A
ello se dedica la mayor parte de la financiación educativa. Es aquí donde puede
darse el fracaso por falta de capacidad para los estudios elegidos.
En
estas etapas no debe de haber un trato diferente para los necesitados de una
beca y para los que pagan las matrículas.
Si
a los becados se les exige una nota para seguir sus estudios, también se les
deberá exigir al resto de los estudiantes de los centros públicos ya que la
matrícula no financia más que una mínima parte del coste de la plaza y no es
justo que al necesitado para estudiar se le exija una nota y los demás no
tengan problemas para beneficiarse del gasto del estado sin alcanzar ese nivel.
Cae
la tarde y es hora del paseo por el campo y si nada lo impide, respetamos los
acuerdos alcanzados en nuestra convivencia. ¿No será también posible un acuerdo educativo?
NOTA.- Este post, corresponde la jueves día 18 de julio. Nuestro amigo y colaborador, el que nos sube los post al blog, ha tenido un problema técnico, lo que ha motivado el retraso en su aparición. Pedimos perdón a nuestros lectores. Gracias.