jueves, 29 de noviembre de 2012

EDIFICIOS DEL ARTE Y LAS CIENCIAS


Los medios se hacen eco de fabulosos espacios imaginados y creados en pro de la cultura. Lugares para contemplar por el itinerante paso turístico, para valorar la boyante economía de la ciudad y para, en letra pequeña, ser usados por unos pocos. Esta es la muestra que nos han ofrecido.

Si la cultura es el arte del saber y la ciencia la expresión y habilidad de esos conocimientos, ¿porqué enclaustrar la misma? Es cierto que admirar algo bello y a la vez útil es una forma de enseñanza recibida y bueno es recrearse en el arte creado y aprender a tener buen gusto. Grandes edificios vacíos dan placer a la vista y engrandecen el entorno pero sin utilidad no son más que oropel fuera y soledad dentro.

Amigo Chindas yo entiendo la cultura como algo más profundo en la formación humana, es la sensibilidad del arte, la educación social, la enseñanza en valores, la investigación, el saber empírico de unos al servicio de todos.

Gotas de rocío impartidas en escuelas son el néctar que perdura en un país ávido de respirar el bienestar de la sabiduría, de la prudencia, del progreso. Universidades sí, que a todos llegue la oportunidad de aprender según sus inquietudes para poder pasar el testigo a otras generaciones. Bibliotecas sí, aunque no sean macro, llenas de volúmenes ignorados; que a todos llegue el regalo con la gratuidad de la magnitud del pensamiento humano.

La biblioteca ambulante que recorre nuestra provincia con el llamado Bibliobús  es un ejemplo de expansión y bondad de esa cultura que acerca a grandes pensadores de la historia. Como decimos en nuestro libro “Donde la soledad se viste de luz” al respecto: “magnifica excursión es ésta que a los autores lleva desde la ciudad a la aldea. Tertulias literarias en movimiento. Revisando los saberes que en el interior están, nos presenta y saludamos de tú a tú a Homero, Séneca, Garcilaso, Delibes o San Juan... Confianza de cultura que no margina jamás.

Novelas escritas con cálamo entintado, fantasía, misterio e intriga, temas sociales escondidos en el ramaje ficticio para ser descifrados en el interior de uno mismo. Arte, Historia, Filosofía, Literatura al alcance de la mano.”

Termino haciendo un canto a esta Cultura cercana mientras observo las estanterías de este autobús lector. “Coquetería de libros acicalados/ encorbatados/ sus ojos buscan mis ojos/ su hombro desnudo enseñan/ incitando a mis manos para deshojarse en ellas.” ( del mismo libro).

jueves, 22 de noviembre de 2012

LA ESPÁTULA


Chindas, hoy vamos a ponernos en la piel del lienzo que soporta la imaginación del artista. Brochas algo rasuradas por el uso se pasean aceleradas por su cara preparando la base, leves cosquilleos que acicalan.

Semblantes de colores empiezan a cubrir su tez blanca. Diminutos dedos de pelo ralo e incipiente mirada alternan su coquetería con pinceles gruesos, con espátulas que hacen daño. ¿Has pensado alguna vez que en las idas y venidas del maestro, todos los utensilios hablan? La idea refleja ese alma que suspira y sale a la caza de miradas nuevas y comulga con la admiración de muchos, con la crítica de otros, pero tras ella se esconden murmullos de filigranas, lágrimas y risas entremezcladas con trementina. 

La espátula calla hasta detener su impronta y habla, ¡vaya si habla!, al rasgar el iris y juntar bruscamente vaivenes que rayan. Revuelve el espacio, las luces se escapan y en las sombras que quedan el impacto se eleva y la obra se acaba.

La espátula es para el cuadro como el dolor para el mundo, hace daño a la pintura detenida y la cambia de espacio, del asentado bienestar del lugar y la forma. Ayes doloridos aparecen en el camino pero sin esas sombras que se pegan a la luz, la vida sería como la pintura, plana y sin los contrastes que embellecen el óptico mirar del gusto.

El arte contiene animas y calmas, embelesado asomo al firmamento que refleja toda la belleza escondida a nuestro lado sin ser vista u oída por la masa que solo ve un horizonte gris lleno de ocasos opacos. Enhorabuena artista, tu que eres capaz de plasmar el color del aire, de hacernos llegar la voz del infinito placer, de las maravillas que en tus manos caben.

Lienzo blanco preparado y en gamas luego secuestrado/, hacer en él que relaja y calma/, pintura que señorea los brotes que del tubo emanan cantando tonadas/, plasmando sonatas.

jueves, 15 de noviembre de 2012

CUANDO EL TREN AMANECE


Antes que el sol aparezca y amanezca la mañana, el tren pita en la estación de partida. Soñolientas miradas acarrean el equipaje ajeno, las prisas, la subida en barra agarradas ante el torpe banzo que separa el andén del vagón elegido.

Al fin, Chindas, el asiento templa el desaguisado del madrugón. Poco a poco el alba pone su candor a la imaginación y revolotea entre paisajes que corren sin dar alcance alguno, por su viaje opuesto, a nuestro viajar ilusionado.

Trozos de pensamientos se escapan de las frentes de los transeúntes sentados a nuestro lado y una larga hilera de ensoñaciones o soñaciones hacen brillar sus ojos. En silencio “cuasi” religioso observo sus gestos quedos, sus manos apretando el bolso junto a su cuerpo o sosteniendo un libro que no abren, unos apuntes de trabajo, de estudio; apoyando en ellas su cabeza o simplemente reposando en actitud de sosiego.

Parada en cada estación; nuevo traqueteo del despertar del tren hacia otro punto deseado. Así horas y minutos enlazados en un mismo devenir llevando en su grupa de hierro la alegría del reencuentro, la soledad de la despedida; el retorno al hogar, la distancia que acongoja o el expectante estreno de paladares nuevos. Fuera, los cables del tendido eléctrico juegan a la comba.

El interventor saluda, ve el fin de cada destino y con la prudencia de su oficio hace clic a nuestro billete. No nos desea buen viaje, que sería de agradecer, pero su presencia nos da seguridad.

Las ventanillas ya anuncian el esplendor del día aunque esté lloviendo; sus grandes ojos casi cuadrados y sin párpados en estas líneas de media distancia, se llenan de vida que, eso sí, nos regalan su mirada.

Familiar o no nuestro fin de trayecto está próximo y los campos muestran sus galas, su riqueza, su historia. El afanar de los lugareños brilla como el agua de sus ríos y el conjunto de sus obras invitan con hospitalidad a detenernos.

Abrazos. Distancia acortada en pleno día, gracias al amanecer del tren. 

jueves, 8 de noviembre de 2012

EL VUELO DEL AIRE

Chindas, ven, que te voy a poner la correa para que no te pierdas. Vamos a cruzar el túnel de los acontecimientos nacionales con los penosos desencantos de una hedonista juventud a la que el ocio trae y lleva para llenar sus vidas,  y subidos en el vuelo del aire gocemos con la  mirada siempre limpia y clara que existe tras los avatares oscuros.
Cuantas veces, amigo mío, te has dejado llevar por ese airecillo cálido y ligero  que a tu olfato regala el aroma de las mariposas, el trino de los pájaros o la prisa de la liebre cruzando por el campo abierto. Cuantas veces sin apenas darte cuenta, junto a tus amos, has respirado la brisa del mar de Castilla y el color del arco iris.
Cuántas veces ha sido el vuelo rasante entre las nubes el que lleva a todo ser viviente  a adivinar presencias. Pero alguna vez ¿te ha extasiado el vuelo del aire que recorre el mundo sin detenerse en país alguno? Caricias lejanas se hacen próximas con su leve paso estallando de gozo en la tez pintada de las razas.
Melodías traídas y llevadas nos envuelven sin percatarnos de su belleza, sólo aquellos que llevados por el halo que nimba sus sentidos (músicos les llamamos) son capaces de captar los arpegios del aire en su rotar perpetuo.
El aire sabe de tormentas interiores y sigue volando, flotando con la ardua tarea de sosegar a los elementos. Sabe de soles abrasadores e igualmente intenta paliar sus efectos crueles poniendo su dulzura con un vuelo cercano y amigo.
Caen la lluvia, el granizo, la nieve, lo adverso, la enemistad y un fino aleteo de sus brazos embarga de serenidad y placer al cóncavo río de nuestras vidas.
Vuelo del aire, escondida mano eterna que siendo tan benefactora apenas divisamos tan necesaria caricia. La montaña da voces de frescura, el valle recoge sus ecos; el campanil de la torre suena a su paso, avisa, canta aleluyas con las aves que emigran a lomos de la gran ala delta de ese aire.
Rojo, amarillo, azul, blanco, vestidos primarios de la tierra que combina a placer en los mares, en los suelos y los atardeceres celestes- ¡Ay viento, aire, brisa,/ huracanado devenir de la historia!/ Revolotea, canta,  sueña/. Viajero de espacios vírgenes/ de urbes plagadas de prisas y vacíos/ envueltas en pañuelos de seda/ dame tu mano, sentémonos en el prado/ quiero escuchar tu apasionante vivir volando por encima del rompeolas de la existencia.
Chindas, lancemos al aire nuestra proximidad amiga, volemos con él a cada hogar que sea capaz de mantener las ventanas abiertas para empaparse de la sabiduría que trae consigo el viento que nos visita.

jueves, 1 de noviembre de 2012

REMEMBRANZA


Ojeando unos apuntes de aquella etapa en Ecuador me emociona aún éste que di en llamar: “El sendero de los pasos desnudos”, te lo voy a leer mi buen amigo Chindas, para que valores aquella escena y vivas conmigo la impronta del recuerdo.
La ilusión somnolienta camina paso a paso por el angosto sendero. Lucecillas lejanas reflejan sus vidas diminutas. Nubes de humo azulado lanzan al aire sus etéreos efluvios de primavera. Abajo, el valle.
Cada mañana,  muy temprano, apenas nacido el día, “el lecherito” de pies descalzos, pantalón de tirante al hombro y la sonrisa en su voz obediente, asoma sus oteantes ojos por la rendija que inicia la apertura de entrada a la capilla del Colegio rico.
¡Buenos días Diosito! dice en voz alta y, simulando una cruz besa el pulgar de su mano como signo de respeto, cerrando la puerta con cuidado.
En la cocina del lugar vacía su lechera en una olla según le indican, recoge los sucres, esas monedas tan necesarias en su familia y retorna al hogar, arriba en la cima.
Mariposas parecen sus brazos aleteando, en juego imaginado, en esa subida estrecha del repecho que le lleva a su casa. La lechera de porcelana blanca mellada, parece un pequeño dálmata travieso; sube, baja y hace piruetas en el aire.
Mamita, tenga los sucres, la señora me dio una galleta pero me la he comido. Bien Oswaldo, lávate y vete al colegio, tu ñato (hermano) está listo. Con la cara todavía húmeda y el pelo relamido y con los dedos como peine retocado, coge de la mano a su hermano menor. Se llevan dos años, pero él es el mayor y responsable de que no le pase nada en el kilómetro y medio que dista de su casa a la escuela. Con siete años, en su mochila de trapo viejo, cosida y recosida con habilidad por su madre cholita, lleva un cuaderno y un lápiz. Lujo e ilusión de aprender.
En el angosto camino las piedras resbalan a sus pasos. El sendero siente el hormigueo de sus pies desnudos y deja que las piedrecillas caigan en alegre danza hacia el valle.
Último tirón del brazo del pequeño y jadeando, se colocan en la fila  que hay formada en el patio para entrar en clase. Su “señita” con  vocación de enseñante primeriza, va ayudando a cada niño  a despojarse de su ponchito y vestir el babi colegial.
Reguapos ocupan sus puestos, en sus ojos brilla la meta alcanzada que les abraza; van a aprender a ser mayores de bien sabiendo leer y escribir. Quedando a los niños en sus clases contemplo por la ventana a un grupo de mamás con su preciada carga a la espalda, su guagua; se dirigen al mercado. Sus manos siempre laboran. Hoy el huso va torciendo e hilando el copo de lana que del delantal sale cual nube robada al cielo, escondida, sigilosa. Otras veces son esos sombreros de paja de jipijapa los que van saliendo de sus hábiles dedos
Un caballero con sombrero de paño marrón y poncho, ambos tejidos a bayeta, se detiene a una distancia prudente del grupo. Le observo. Inmutable, bajo la mirada oscura del revés de dicho poncho (…) riega la céntrica calle. El río Orinoco es dibujado en el suelo. Saber geografía es interesante pero plasmar sus cauces en el centro de la ciudad no deja de ser relevante lección.
Volvamos al comienzo, son apuntes llenos de entrañables recuerdos y por hoy lo dejamos aquí no sin antes hacer llegar mi cariño a esas “manecillas del reloj / sin cuerda que las avance/ abrazo paterno/ bolsillo de chaleco con picado dentro/.