jueves, 22 de noviembre de 2012

LA ESPÁTULA


Chindas, hoy vamos a ponernos en la piel del lienzo que soporta la imaginación del artista. Brochas algo rasuradas por el uso se pasean aceleradas por su cara preparando la base, leves cosquilleos que acicalan.

Semblantes de colores empiezan a cubrir su tez blanca. Diminutos dedos de pelo ralo e incipiente mirada alternan su coquetería con pinceles gruesos, con espátulas que hacen daño. ¿Has pensado alguna vez que en las idas y venidas del maestro, todos los utensilios hablan? La idea refleja ese alma que suspira y sale a la caza de miradas nuevas y comulga con la admiración de muchos, con la crítica de otros, pero tras ella se esconden murmullos de filigranas, lágrimas y risas entremezcladas con trementina. 

La espátula calla hasta detener su impronta y habla, ¡vaya si habla!, al rasgar el iris y juntar bruscamente vaivenes que rayan. Revuelve el espacio, las luces se escapan y en las sombras que quedan el impacto se eleva y la obra se acaba.

La espátula es para el cuadro como el dolor para el mundo, hace daño a la pintura detenida y la cambia de espacio, del asentado bienestar del lugar y la forma. Ayes doloridos aparecen en el camino pero sin esas sombras que se pegan a la luz, la vida sería como la pintura, plana y sin los contrastes que embellecen el óptico mirar del gusto.

El arte contiene animas y calmas, embelesado asomo al firmamento que refleja toda la belleza escondida a nuestro lado sin ser vista u oída por la masa que solo ve un horizonte gris lleno de ocasos opacos. Enhorabuena artista, tu que eres capaz de plasmar el color del aire, de hacernos llegar la voz del infinito placer, de las maravillas que en tus manos caben.

Lienzo blanco preparado y en gamas luego secuestrado/, hacer en él que relaja y calma/, pintura que señorea los brotes que del tubo emanan cantando tonadas/, plasmando sonatas.

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