jueves, 12 de mayo de 2016

1ª COMUNIÓN

Dentro de las familias católicas practicantes, la 1ª Comunión de sus hijos supone un día festivo muy especial. En la casa se respira un ambiente de refuerzo familiar en torno al niño/a, se los agasaja, mima y la unidad que se crea acelera los sentimientos más profundos. El testigo, la antorcha de la fe, pasa al corazón limpio de la infancia deseando madure en él y su vida sea reflejo de la bondad de Dios entre sus semejantes.

Día de espiritualidad a ras de tierra, próxima, sencilla y elocuente. Regalos y parabienes; la Iglesia lo celebra y comparte. La comunidad parroquial se congratula llenando de esperanza la continuidad evangélica del amor entre todas las generaciones.

El sábado pasado en nuestro pueblo, Carlota Gutiérrez Román, comulgó por primera vez. El sol quiso acompañarla a escondidas y de vez en cuando se dejaba ver para alegría de todos los asistentes.

El corazón de sus padres, abuelos, tíos y familiares, latían al unísono mirando las blancas vestiduras de la niña. Un abrazo de los ojos, a Carlota, que aparentaba tranquilidad, dulzura y sencillez. Su tío Carlos celebró la Eucaristía dando a todos, el mensaje del acto que marca un antes y el después en la vida cristiana. Gozo en el alma para niños y adultos.

Flores sobre el altar, jardín de ángeles acompañando y notas sinfónicas en el aire creando el ambiente “celestial” de la pureza.

Alfombra roja asedando los pasos hasta el altar. Ofrendas portadas por niñas/os, llevaban la luz encendida como símbolo de la fe que recibieron en el bautismo, juegos, como muestra de su infancia y el pan y el vino para ser consagrados. Ritos con plácemes de gran significado.

Diadema de florecillas adorna su cabeza, perfume depositado con dulzura por las manos emocionadas de su madre, Raquel. Párpados humedecidos por la emoción; sobre los hombros también las manos del padre, Nacho, dando seguridad y cariño a la escena.

1ª Comunión, intimidad divina marcando una ruta nueva, la senda de la caridad, del compartir, ayudar sin lucro, reír o llorar con el prójimo, ser puerta abierta de la fe sin fronteras. Una nueva aventura que comienza a crecer de un modo especial desde este día para todos cuantos reciben este sacramento.


Requena, pueblo de soledad y cielo luminoso, ha dejado correr su imaginación hacia el pasado con muchos niños y un hálito de gozo oculto ha sonreído a Tilde, la abuela feliz de Carlota, que sembró el cariño al pueblo en sus hijas y hoy recogemos su fruto. Gracias y enhorabuena.

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