viernes, 27 de mayo de 2016

LA AMAPOLA

¡Qué bonita es la amapola silvestre cuando ríe, qué fea cuando llora e inclina la cabeza y marchita queda! Acompañada de espigas, cardos, ramas secas o verdes, de amarilla colza y blancas margaritas, adorna, luce embellece. Corazón negro, rojo vestido de gala.

¡Qué bonita es la amapola cuando ríe, qué triste cuando llora!

Se detiene el viento a su lado, mira y admira su efímera belleza; callada espera mientras cimbrea su cuerpo y el aliento se despide de la mano que la toca.

Rodeada de botones, hijos que adornan su falda, a su lado permanecen, a su lado sangran el color de la vida esperando que se abra. Flor de campos, laderas, rusticas fachadas o descampados son sus dominios; su jarrón de primavera.

Amapola, patria mía, sin sonrisa nada eres; tu luz acalorada evapora los sueños si arranca la noche de tu vivir suspirando galanura. Tú eres sosiego si sosegar te dejan, eres paladar de la vista bordeando el horizonte, el camino o la acera de tu casa, rural, sencilla, dando paz al visitante.

Convulso está el trotar de quienes con segar amenazan, “limpiar” de impureza las calles, arrebatar las raíces, allanar los quebrantos. Tierra sin lodo es imposible si la lluvia la visita, si el polvo en las casas anida. Nadie habla ni acompaña el educar en valores, en restaurar lo roto sin desechar la esencia del ser respetando, añadiendo no restando.

Tus deseos, mis deseos, pacificar quieren el nostálgico silencio de la espera. El campo de batalla del poder cierne de gris el cielo, se atrinchera anhelando la conquista del poder.

En silencio la amapola mira la noche cerrada, apagada la sonrisa, encapsulada el alma. Entre los pétalos, la esperanza.

El insolente sueña con dominar, el pacífico en compartir y el político de buena voluntad ¿con qué sueña?  A los que sólo nos toca esperar que las voces y discursos se callen, sigamos como las amapolas, dando color a la vida sin reparar que los cardos tienen pinchos y a nuestro lado florecen, conviviendo no hacen daño si el respeto riega también sus raíces.


Amapola, lección escrita en los campos.



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