jueves, 25 de octubre de 2012

OCTUBRE

Chindas, un miércoles más estoy ante el ordenador al cual miras expectante, hoy vamos a echar una mirada a lo que queda de este mes, a los aconteceres que en los pueblos suceden cada año en estas fechas. Los Santos se aproximan y tras ellos la desbandada. No, no se va la gente a la eternidad pero sí a esa lejanía que enfría la comunicación y queda en las calles al regusto amargo del abandono del correteo y la charla.


Últimos retoques del alba; las vacaciones jubiladas también a las maletas llaman. Luces en la ciudad esperan la llegada revitalizada de los moradores de invierno. Aire puro en los pulmones, gozo en los rincones profundos de la infancia. Fue el reencuentro, el paisaje, la casa, los amigos, la hogaza, la bodega, el mentirón, la plaza, la fuente, el Canal, la era y, ¡cómo no! su camino de añoranza.

Manos que ya no labran; campos que no precisan de sus manos encalladas se tornan sólo paisaje de recuerdos duros pero entrañables, de padres y hermanos en casa. Los niños se hicieron hombres y emigraron, la escuela quedó cerrada. Sólo unos pocos vecinos quedamos en estos pueblos para recibirles con alegría cuando la primavera o el verano los acerca.

Octubre, último rebrote en la casa arreglada, persianas que se bajan, llave que clausura la alegría de la venida. ¡Volveré, te lo prometo!, nuevo impulso al corazón acelera. Las macetas quedan dentro resguardadas del invierno, esperando florecer mañana.

El piso de la ciudad, primero o segundo hogar, promete calidad, compañía. Gente en las calles, galerías donde contemplar la moda; paseos de mediodía, TV de la tarde, así un día y otro día, así un mes y otro mes añorando el volver de la primavera para comenzar de nuevo.

Los pies que el asfalto pisan con zapatos nuevos/ cómodos iban en zapatillas por las eras. Los pies que el asfalto pisan/ encallecen de soledad en compañía desconocida. Los pies que el asfalto pisan/ rozan el alma de la acera y ésta soporta obligada/ el cansancio del foráneo de esa tierra.

Octubre llueve a ratos, lava las ausencias dejadas y en su alma campesina recrea las parladas; habita en el silencio hecho en las casas y pasados unos días o semanas, abre de par en par el cielo para que el sol o la nieve vistan de claridad a los vecinos que cuidan este murmullo del agua.

jueves, 18 de octubre de 2012

DESAMOR

Cuando tú, Chindas, amas, revoloteas y places, te detienes y comienza otra historia. Los humanos arañamos los fracasos, vertiginosa carrera al desaliento, al olvido forzado.

Comenzar de nuevo, pereza desalentada, sueños sin ventanas abiertas, murmullos del “para qué”; mirada ausente en el río que guarda nuestro silencio. Así se adoleció un corazón amigo:
Se cayó el amor de entre mis manos haciendo añicos su figura. Un viento torvo lamió su libertad. Grito silencioso en la noche solitaria, dolor humedecido que resbala, que roza con mimo la mejilla y se detiene en el rictus de los labios que atesoran aquel primer beso.
Desasosegado sueño en sábanas blancas, inquieto sabor en el paladar de la noche. Busco tu mano, nuestra vida compartida y gravita en mi corazón la lacerada herida.
En cristales de espejo roto nuestro amor se ha convertido, pero en su azoe retiene y retendrá siempre la vivencia tuya y mía, lo que amamos y fuimos.

Añoro esa caricia de figura nueva/, el tul que ansiabas levantar/ la escapada desbocada del corazón/ el sosiego del guerrero/ el perfume de las flores del amor.

Me detengo y…
Los cristales rotos de mi vida a otras manos busco dar. Mi bagaje es un amor hecho pedazos, trozos de ilusión y desencanto, de reproches y silencios, de nudos atados y desatados, de miradas en dirección opuesta, de sueños perdidos en remotos eriales.
Maleta marcada por el uso, vacío contenido dentro, ficticia ilusión de estreno.

Estas son mi buen amigo Chindas las confidencias escuchadas con respeto esta semana, dolor ajeno, dolor amigo. El desamor en tiempos de crisis busca salidas lavadas por las lágrimas, reflexivas y esperanzadas.
Nuevo viaje, ¡suerte viajera! Que el acuífero dorado que buscas sea un gozoso reencuentro.

viernes, 12 de octubre de 2012

VIVIR en “la marca España”

Chindas, me pregunto si merece vivir en esta España que cobija nuestra existencia cuando cada día comprobamos que nos rodea un estercolero, o es mejor vivir en las nubes.

Con vaqueros y camiseta, generalmente de regalo publicitario, damos a nuestro palmito la oportunidad de andar por calles o zonas peatonales. Con nosotros se cruzan miradas lejanas, roces de silencioso pasear. Se camina llevando un trozo de historia en la mochila interior y oyendo el latido quejoso de una existencia gris porque nos han robado la caja de colores.

España, amigo Chindas, es daltónica desde hace unos años y de un tiempo a esta parte un poco insomne también. Ya no es sinónimo de equilibrio, de paz y bienestar. Agobia el contagioso roce de la intranquilidad, de la apatía y de la falta de interés en ser español comprometido en sacar adelante esta gran familia, comenzando en aportar cada uno el intento de acallar críticas, de ser al lado del vecino, positivo y solidario. Es deseo de todos que nada ni nadie vacíe nuestro corazón de españoles.

Cielos iluminados que recorren la clase del color intentan endulzar el paladar de los ojos. Arroyos, espejos naturales reflejan el devenir de la vida ajenos a la convivencia de la necesidad económica y de ideales. Cuerpo y alma de un todo.

Gente habemos que pesarosos por el poco asfalto (equilibrio, justicia, alegría) que aísla nuestros pies del lodo maloliente, miramos a las nubes como un paraíso donde dirigir nuestros deseos de habitabilidad. Observamos su idílica apariencia que grácil y pasajera está por encima de los errores humanos y no se detienen nunca en aconteceres negativos.

Pero, he ahí, querido Chindas, que pretender encontrar en ese espacio la felicidad añorada no es tal, porque si te detienes a remirar su cielo la risa no la encuentras en su haber, ellas sólo saben llorar cuando su corazón se carga de pesares.

¿Dónde mirar entonces?, comprobada esta realidad sólo se halla en el interior de uno mismo; releyendo los papeles guardados en esa carpeta vieja y usada de los años, encontraremos lo positivo anotado en ellos que nos ha llenado de alegría. Leer entre líneas lo que escribimos, los besos y caricias; ese abrazo entrañable que da lustre a sus páginas y con lo poco o mucho que hemos poseído intentar albergar la esperanza de volver a reseñar letras que nada ni nadie podrá borrar.

España con nosotros volverá a la plenitud de un nuevo amanecer, cada día un niño nace, una mirada se enternece; el aliento de gozo que perdura en ese momento siempre será VIDA a nuestro alcance.

La gallina con su cloquear, el pájaro con su piar y tú, mi buen perro, cuando tu canto es ladrar.

miércoles, 3 de octubre de 2012

LA VENDIMIA

Chindas, hoy vamos a salirnos del mundo de los medios de comunicación nacional que cada día nos remarcan la algarabía de la calle, la situación caótica de muchos frente al bienestar de unos pocos; partamos juntos a recorrer los campos, a contemplar la maravilla luminosa de este otoño que comienza.

Los campos ya han cortado su melena rubia y su aspecto semeja a los jóvenes que se rapan quedando un efímero recuerdo de su peinado pero, he aquí, que en este paisaje destacan embelleciéndolo, los pendientes de las viñas. Lucen éstas una vitalidad y madurez elegante, serena. Por sí mismas, aunque sea muy pequeño el majuelo, adornan todo el entorno; su néctar se antoja goloso a los ojos y a las manos; el paladar espera paciente.

Llega la vendimia. Cepas de sarmientos repletas, brazos flacos y nudosos de hojas desposeídos casi en su totalidad porque ha llegado el tiempo de mostrar su desnudez. Racimos colgados, almas suspendidas del techo de las raíces, gargantillas de ámbar o rubíes plagiados, adornando.

Ya no cantan la familia y los amigos en la recogida haciendo lagarejos, deleitando sus manos con el tacto suave y delicado de sus senos, bebiendo en píldoras ese jugoso licor de vida y alegría. Hoy son jornaleros que laboran casi en silencio para no perder tiempo para beneplácito de los amos de las viñas. Una vez más la poesía se esconde de la rudeza del dinero.

Chindas, a pesar de lo prosaico en que se ha convertido el cosechar los frutos, éstos y los otros según la época, gocemos de lo que nuestros sentidos intuyen o reviven. Hoy como ayer las uvas son las protagonistas, pasarán por el crisol del lagar y dejarán su alma de carmín dulce y misterioso posando su espiritualidad en la gran panza de las cubas.

Con la copa vacía de líquido pero llena del sabor de los campos que pisamos brindemos por este regalo de la madre naturaleza. Licor de dioses, estrellas por manos cortadas. Vino de mesa, de misa, de celebraciones largas. Cantar de la tierra, paladar que al interior habla…


NOTA.- Por razones ajenas a Chindasvinto, la siguiente entrada de este blog es posible que no pueda publicarse el próximo jueves como es habitual. Nuestro "enlace con la blogosfera" está de viaje y puede que no pueda conectarse hasta el viernes. Gracias por seguirnos.