viernes, 1 de abril de 2011

Toros y gacelas

Allí estaban en la vaguada que acaba en la tercera toja, en una parcela yerma.¡Qué estampa! Los dos jóvenes corzos irguieron sus cabezas al notar mi presencia y emprendieron una fácil y ágil carrera subiendo las lomas y alcanzando el páramo. Les perseguí con todo el ímpetu de mis fuerzas hasta que el sofoco melló mi impulso y reposadamente volví con el socio que contemplaba la escena.

¡Qué diferncia entre la hermosa suavidad de su figura y de su trote y también la hermosa potencia de mi porte y mi carrera y tan bellas como gacelas y toros.

Como los hombres y las mujeres, que no son iguales. No lo son físicamesnte por sus órganos sexuales y la contestura ósea y muscular. Tampoco lo son psíquicamente.
No son iguales, pero sí son de la misma especie, con inteligencia, voluntad y conciencia que reclama la libertad de decidir sobre sus actos y sobre su vida.. Y no quieren ser iguales porque es contra natura y no han de ser ni más ni menos pues es más contra natura. Igualdad de hombres y mujeres, no y mil veces no. Igualdad de los seres humanos en oportunidades y derechos, sí y no mil sino siempre sí. Y es que Victoria y Victor pueden ser gerente de empresa, cuidadora de niños, ministra o cura como seres humanos, pero seguirán siendo hombre o mujer.
Las gacelas tienen inteligencia viva, son listas, primorosas, esquivas. Los toros tienen una inteligencia reflexiva, son reposados, bien plantados, impulsivos.
Ellas se burlan de ellos porque son tontorrones, fanfarrones, brutos. Ellos las consideran enredadoras, presumidas, imprevisibles. Pero cuando la gacela encuentra a su noble bruto tierno y protector y el toro a su esquiva y preciosa gacela próxima y maternal se produce el éxtasis. Y es que como individuos no son iguales son complementarios y a veces es necesario el arrebato del enamoramiento para que se acoplen y, cuando este pierde fuerza y surjen disensiones, pues es natural que como diferentes no tengan el mismo sentir, ha de quedar la complicidad.
La complicidad supone que cada uno es sujeto y protagonista de sus actos y el otro lo sabe, lo acepta y lo comparte gozándolo o sufriéndolo.
Las circunstancias, los lugares y los tiempos han condicionado la forma de vivir la femineidad o la masculinidad. La mujer ha tenido que, por mantener al grupo humano, dedicar su vida adulta a engendrar, amamantar y cuidar a la prole y el varón tuvo que defenderla y proveer de lo necesario. Esto implicó papeles diferenciados.
Con nuestra mentalidad actual se ve a la mujer sometida al hogar y al cuidado de los hijos, pero también el varón estaba sometido a la espada, al pico y a la pala, a la tierra, a la mina y al mar.

La alta esperanza de vida y la máquina han sido los mejores agentes del feminisismo ya que no es necesaria una prole numerosa, y la máquina desplaza al músculo y también al masculinismo pues si la mujer puede realizarse en el trabajo, en la cultura, en la política y en las armas, el hombre puede gozar del cuidado de los hijos, de la vida familiar, del tiempo y espacio privado y de las actividades caseras.

Salgo al campo, olfateo profundamente y oteo lomas y valles. El corazón se me acelera pensando en la impresión que mi rotunda presencia causaría en los corzos si apareciesen. Y los hombres y las mujeres, aunque compartan actividades y espacios, no son iguales y ellas seguirán siendo listas, refinadas e imprevisibles y ellos reflexivos , bien plantados e impetuosos y se buscarán unos a otros en una interacción complicada y maravillosa.

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