jueves, 28 de abril de 2011

Etica

Estoy pasando una época un tanto tormentosa en las relaciones con mis socios.Ya no me consideran un cachorro y quieren que mi comportamiento se ajuste a ciertas normas. Es difícil constreñir el libre actuar y excitante el hacer justo aquello que se nos pide no hagamos.

Y como nos gusta el diálogo sobre los temas que nos afectan, ya llevamos varias jornadas discurriendo sobre la ética. Además esta semana pasada, especial en la cultura occidental, llamada semana santa, es propicia a ello.

En la tradición judeo-cristiana el tema se resuelve con los diez mandamientos.¿Y los innumerables que se dicen ateos o agnósticos? También estamos pensando que estamos empapados de valores bíblicos y racionalmente hay en ellos unos contenidos totalmente aprobechables.
Los tres primeros mandamientos se refieren a Dios, para el creyente el Principio y el Todo de lo existente. Que el no creyente ponga en este principio, en este todo, la naturaleza y verá que estos tres mandamientos son muy válidos. Un mandato de respetar la naturaleza, de no invocarla inútilmente para su propio interés y que la fiesta sea acorde con el respeto a la naturaleza, que no la destruya ni la dañe.

Los otros mandamientos dicen relación con el resto de los hombres.
Honrar a los padres, a los mayores.
No matar ni maltratar.
No cometer actos sórdidos como el abuso de menores, la pornografía infantl.la violencia sexual o la violación
No construir una sociedad basada en la mentira y el falso testimonio.
No robar.
Se nos pide también que no andemos maquinando en deseos activos de la mujer del prójimo y de los bienes ajenos.
Todos estos mandamientos han entrado en el bagaje ético de nuestra cultura y hoy los consideramos como la base de nuestra convivencia, pues siendo mandamientos bíblicos responden a la realidad.

Los cristianos dan un paso más. Estos mandamientos van más allá, dicen relación a dos vivencias activas: el amor a Dios y el amor al prójimo. Lo anuncia Jesús en el Evangelio. Estamos en la ética del amor, del bien querer a Dios, a su obra creada y por supuesto a sus hermanos los hombres.
Lejos queda una ética fría, impositiva, deshumanizada. No puede invocarse a Dios para exigir el cumplimiento de rígidas normas. El Evangelio condena repetidamente a quienes imponían cargas sobre los hombros de los demás y ellos eran incapaces de soportar la más mínima.
Muchos son los libros y las teorías sobre la ética. Bien está que se reflexione y medite sobre el comportamiento ético del hombre y no sólo sobre su comportamiento económico o lúdico, pero tampoco es trasnochado volver al hontanar sencillo, pero riquísimo, de nuestras tradiciones.

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