jueves, 8 de noviembre de 2012

EL VUELO DEL AIRE

Chindas, ven, que te voy a poner la correa para que no te pierdas. Vamos a cruzar el túnel de los acontecimientos nacionales con los penosos desencantos de una hedonista juventud a la que el ocio trae y lleva para llenar sus vidas,  y subidos en el vuelo del aire gocemos con la  mirada siempre limpia y clara que existe tras los avatares oscuros.
Cuantas veces, amigo mío, te has dejado llevar por ese airecillo cálido y ligero  que a tu olfato regala el aroma de las mariposas, el trino de los pájaros o la prisa de la liebre cruzando por el campo abierto. Cuantas veces sin apenas darte cuenta, junto a tus amos, has respirado la brisa del mar de Castilla y el color del arco iris.
Cuántas veces ha sido el vuelo rasante entre las nubes el que lleva a todo ser viviente  a adivinar presencias. Pero alguna vez ¿te ha extasiado el vuelo del aire que recorre el mundo sin detenerse en país alguno? Caricias lejanas se hacen próximas con su leve paso estallando de gozo en la tez pintada de las razas.
Melodías traídas y llevadas nos envuelven sin percatarnos de su belleza, sólo aquellos que llevados por el halo que nimba sus sentidos (músicos les llamamos) son capaces de captar los arpegios del aire en su rotar perpetuo.
El aire sabe de tormentas interiores y sigue volando, flotando con la ardua tarea de sosegar a los elementos. Sabe de soles abrasadores e igualmente intenta paliar sus efectos crueles poniendo su dulzura con un vuelo cercano y amigo.
Caen la lluvia, el granizo, la nieve, lo adverso, la enemistad y un fino aleteo de sus brazos embarga de serenidad y placer al cóncavo río de nuestras vidas.
Vuelo del aire, escondida mano eterna que siendo tan benefactora apenas divisamos tan necesaria caricia. La montaña da voces de frescura, el valle recoge sus ecos; el campanil de la torre suena a su paso, avisa, canta aleluyas con las aves que emigran a lomos de la gran ala delta de ese aire.
Rojo, amarillo, azul, blanco, vestidos primarios de la tierra que combina a placer en los mares, en los suelos y los atardeceres celestes- ¡Ay viento, aire, brisa,/ huracanado devenir de la historia!/ Revolotea, canta,  sueña/. Viajero de espacios vírgenes/ de urbes plagadas de prisas y vacíos/ envueltas en pañuelos de seda/ dame tu mano, sentémonos en el prado/ quiero escuchar tu apasionante vivir volando por encima del rompeolas de la existencia.
Chindas, lancemos al aire nuestra proximidad amiga, volemos con él a cada hogar que sea capaz de mantener las ventanas abiertas para empaparse de la sabiduría que trae consigo el viento que nos visita.

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