En esta semana en que la
primavera da sus últimos suspiros amorosos y deja el aroma de las flores al
bienaventurado verano, los balcones y ventanas de mi pueblo empiezan a
engalanarse dando vida a las fachadas.
Chindas
observa el devenir de las macetas, del patio a las ventanas o el balcón y busca
un resquicio en la puerta de la calle con aviesas intenciones de fuga mientras
sigue mis pasos.
De
todos es bien sabido cómo esta estación del año ha cambiado su traje en los
últimos tiempos, aquél airecillo meloso que acariciaba el rostro por las tardes
se ha tornado en viento desagradable, las nubes algodonosas matizadas en tonos
pastel se han colocado gafas oscuras y así el ropero de la primavera se ha
adaptado a los tiempos que corren recortando la belleza conocida.
No
obstante el decirla adiós, otra más en la vida, da un cierto pesar. Sin embargo
como los seres humanos tenemos el don de ser optimistas, vamos a recrearnos en
los pequeños acontecimientos que iluminan este peregrino caminar individual y
colectivo. Ayer pudimos contemplar a un rebeco joven saltando por los campos
éstos de nuestro pueblo, nada habitual porque éste no es su hábitat, y animado
por el sonido del coche de dos brincos cruzó la carretera por donde pasábamos.
Patas
esbeltas prestaban volumen a la simpar llanura, haciendo del ocre dorado de los
campos un remolino de gracioso mohín de sensaciones vegetales. Más allá un
grupo de cigüeñas miraban sin inmutarse, su elegante figura destacaba en la
recortada silueta de un árbol solitario. El rebeco giró su cabeza, oteó la
distancia y con la elegancia que le es propia volvió a mirarnos y siguió su
camino entre espigas primerizas y alguna amapola que le seguía entusiasmada.
Entre
días de lluvia tormentosa y soles de gotas de sudor la primavera de 2013 recoge
su equipaje y subida en la grupa del arco iris cruza el mar del cielo para
“aterrizar” en otro continente que espera el favor de su gracia fragante y
amena, prometiéndonos regresar después del invierno con un bagaje lleno de
buenos augurios. La esperaremos con ilusión y festiva esperanza.
Adiós cálido despertar de la aurora,/ adiós regadera de
los sueños florecidos/ que la luz te acompañe en el sendero,/ que
tus pasos encuentren el camino del retorno,/ que nuestros ojos vuelvan a verte
y gustar de tu belleza./
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