jueves, 27 de junio de 2013

EL VIENTO

         Desapacible llega el verano azotando el rostro, desfigurando la cara amable de esta estación vacacional y levantando las ya elevadas sayas de las mozas que, con algazara juvenil, tratan de disimular su turbado rostro.
            En mi ventana la silueta colorista de las flores que penden de ella se mece sin cesar repartiendo en todas las direcciones su aroma y galanura. Viento con frescura de otros lares que trastoca el agradable paseo de la tarde, que ondula el agua del Canal, que vapulea las hojas de los árboles al antojo lejano de los dioses; sensación de amanecida sin cobija sobre las sábanas blancas.
            Murmullos de rosales desflorándose sin intención, recavando la atención de Chindas al posarse en su nariz un pétalo rojo. Mirada al azul cielo queriendo localizar los mofletes de Eolo y recriminarle su impetuoso resoplido. Viento que mece el granar de la mies, que acelera las patas de las perdices, de las liebres, entre las espigas que orgullosas muestran su vientre maternal en plenitud.
            Romance de sonidos entre las ventanas desvencijadas de unas ruinas próximas y el aire cálido aún de otra vivienda habitada. Sones de abrazos fornidos, de arrumacos de protección ante el vendaval; el frío que desampara al anciano y obliga a cerrar la puerta, es ese viento que despide 
el día ignorando los placeres que su calma provoca.
            Sueños de auras en los poyos de las casas, remansos acariciados por el tiempo en calma, caldeados por el sol y amigos de la chanza, del vecindario que pasea, saluda, festeja y ríe. Juegos de niños al escondite del aire. Playas que susurran espumas blancas.

            Viento que respirar quiere atragantando los suspiros pierde lozanía y encabrita los sentidos.   

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