jueves, 7 de noviembre de 2013

LOS PUEBLOS MENORES

              Chindas, ahora que nos han dejado solos los “veraneantes” y nuestros pasos resuenan en las calles lavadas por la lluvia y exentas de macetas en sus fachadas, hablaremos de la inigualable dormición de los sonidos, de la vida musitada de los pocos vecinos que poblamos municipios menores de cincuenta habitantes. Ayuntamiento propio en nuestro caso, pedáneos otros muchos, con  más población que en el que tú vives y recorres a placer.
            Luci, a la que tú bien conoces porque siempre te acaricia, es una gran entusiasta del medio rural y valora cada detalle del potencial de valores que en estos asentamientos existe, me insta todos los días a expandir el horizonte entre todos aquellos que se aferran a refugiarse en la ciudad y entre los pasivos que carecen de ese horizonte en sus pueblos de residencia minoritaria.
            Colectividad dispersa, resignada senitud a la ausencia de juventud en su entorno; vegetar en sosiego haciendo ramilletes de alegrías visitadas y esperar, siempre esperar, que la enfermedad pase de largo y todos los vecinos sigamos dándonos los buenos días cada mañana.
            Ramos de flores en las losas del recuerdo en estos días se han depositado; un año más, amigo Chindas, la evocación de quienes agrandaban el pueblo y participaban de nuestras risas se hace presente .
            Sentimientos aparte, amigo mío, vamos a describir algo de lo que hay en un pueblo pequeño. Bien, en el nuestro el Canal de Castilla es el rey de la otrora “Villa”, del señorío de Requena, pero “para situarle”, amigo lector, te pido que juntes tus manos formando un cuenco no muy profundo y lo introduzcas conmigo en las mansas aguas del Canal de Castilla que se señorea en él en su ramal norte. Trata de atrapar la luna que se refleja; miles de espejuelos se escaparán de tus dedos y los que en ellos quedan configuran esta población. Es tan pequeña que sentirás el deseo y el gozo de pasear tu mirada por sus calles, vivir sus vivencias, adentrarte en sus sentimientos. Si así haces, rescatarás su alma del lecho del olvido”. (del libro: Requena : Donde la Soledad se viste de Luz.)       
            Sigue existiendo el abrevadero, desapercibido para el visitante, pero el mismo libro nos revela su encanto:”Sonido del agua que cae por ese reguero abierto; que tintinea y galopa del canal al abrevadero. Lapislázuli engarzado en fino collar de plata. Gargantillas desprendidas que al pilón caen y éste recoge en su seno embelesado de tener en él tanto aguinaldo, tanta frescura...”
            Muchos son los rincones que se atesoran en estas aldeas o municipios pequeños, cada detalle cuenta y cada observador es “alguien”, su presencia es personalizada, no colectiva, y acogida con la naturalidad de una amistad naciente.

            Chindas, no podemos extendernos más sobre estos “Campos de soledad, que ves ahora...” donde habitamos, y terminamos invitando a quienes buscan paz, creatividad y silencio a que nos visiten. 

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