Amigo Chindas, hace días que no
te escribo pero el susto que nos distes el otro día con tu ataque epiléptico,
hace que vuelva a colocarme a tu lado. Tú, mi buen perro, golpeabas tu cabeza
en el suelo mientras el cuerpo era preso de las convulsiones; nos asustaste y
ese dolor amigo ante la idea de perderte llenó de pesar la casa.
Afortunadamente sólo ha sido un episodio que trataremos de olvidar esperando
que no se repita.
Dentro del contexto político
social que estamos viviendo en nuestro país, se nos antoja ver una similitud
con tu experiencia. Estertores de ideas que alertan, que precisan atención, que
conllevan desasosiego ante un futuro rompiente. El habitual ritmo de
convivencia que serena y ha pautado el
día día de las últimas generaciones, se ve abocado a un cambio radical. Las
hojas de los árboles centenarios, tan perennes e intachables, caen atacadas por
exceso de sol…
Capas de luz ocultando las
sombras; los hongos de la condición humana del aprovechamiento personal, del
traje y la educación refinada, supremacía en dirigir con “buena voluntad” sin
temor a ser descubierta la cara oscura de la realidad subyacente.
Los fenómenos de la claridad nos
sumergen en un decepcionante desequilibrio por la agresividad de su impronta,
por esa posesión absoluta de su verdad, por el liderazgo a toda costa. ¿Qué hay
detrás de ese intríngulis de ideas?.
Si el fruto se esconde tras una
cáscara amarga, si el golpe que te diste al caer en la cabeza, si nuestro temor
a la separación nos lleva a madurar en criterios de bien común y cada ciudadano
aportamos confianza en un futuro dirigido con manos limpias y corazón de
servicio, nuestro próximo espacio tendrá la rentabilidad de la armonía y España
volverá a ser diferente.
Amigo Chindas, resurjamos como el
Ave Fénix, quedan días para soñar, así que soñemos.
Un abrazo.
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