Con el placer que se aloja en los
corazones que soñaron muchas veces con las vacaciones del verano, los fines de
semana de julio y agosto son el cenit del gozo. La juventud airea su alegría y
vitalidad en las plazas, jardines o márgenes del Canal de Castilla si éste les
sirve de espejo, o de cualquier río que corre sin darles alcance en su ociosa y
festiva vacación.
En
los pueblos se respira a progreso generacional, niños y adultos se entremezclan
en la solana, carreras de juegos infantiles, bicicletas, balones y tertulias al
fresco de la tarde se hacen cotidianos pero, llegados los fines de semana, todo
se acrecienta, parece como que el "domingo" se adelanta. Me refiero a
tal día porque por no ser laboral, tiene un carácter relajado, familiar, más
social que otros, ya que los amigos afianzan esa deliciosa costumbre de
compartir experiencias y asueto.
Tú,
mi gran amigo Chindas, sé que añoras esas "soledades" que te permiten
correr por el campo, salir a la calle con tu bozal, pero libre. El verano para
ti es un cúmulo de voces, risas oídas desde el otro lado de la tapia que
alteran tu forma de vivir, por lo cual sé que tu sosiego no es el sosiego de
los humanos. Tu libertad termina cuando empieza la de los visitantes
veraniegos.
Se
acercan, mi fiel compañero de fatigas, las fiestas patronales. Agosto en
especial, se llena de música. Aquí, en nuestro pueblo se avecinan varios
sábados animados por diversos acontecimientos, tenemos que lucir la acogida de
la que hacemos gala y dar a nuestros visitantes -vecinos estivales- motivos de
evocación cuando regresan a sus hogares de invierno.
Calles
de puertas cerradas a la luz y al frío están engalanadas ahora. La Diputación,
como hada madrina, intenta con los ayuntamientos dar alegría y contento a estos
pueblos semi desiertos patrocinando coros y danzas, para evocar el recuerdo de
aquellas fiestas de antaño en la que las gentes festejaban el final de la
cosecha poniendo al Santo Patrón con bailes las espigas de su esfuerzo.
Pueblos
pequeños con sueños de no morir agasajamos a los niños para que, como nosotros
ahora festejamos el ayer de nuestra infancia, ellos sigan haciendo presente en
su madurez la suya. Presente y futuro unidos en la ilusión y la alegría de
la amistad compartida.
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