jueves, 13 de agosto de 2015

TORMENTA FESTIVA

       Hace unos días los relámpagos y truenos te tenían atemorizado, querido Chindas, y tus ¡guauuuus! retumbaban en esa noche en que los responsables pergeñábamos el programa de los actos, en las fiestas locales de San Miguel "el veraneante". Tal vez el nombre te resulte un interrogante, pero has de comprender que sólo en agosto, el pueblo se llena de gente que viene a pasar el verano a la paz  del mismo y en septiembre estaría subido a su peana, en el altar, quedando su memoria olvidada; de ahí el cambio de fecha de su festividad y el apodo.
            Patrono local, al que los antepasados nuestros honraban tras recoger la cosecha, festejando así el descanso tras el duro devenir del trabajo de siega, acarreo, trilla y bielda, almacén y molino. Pan ganado mirando al cielo, para que éste no se lo arrebatase antes de poseer su corrusco.
            Sí, como decíamos antes, el cielo se enfadó y apareció la tormenta. Los truenos voceaban el enojo de las nubes y éstas derramaron lágrimas abundantemente. Los girasoles, único fruto alzado, se dieron su ducha de gloria llenando sus raíces del néctar que les hacía crecer. Noche mágica de resplandores, llena de desvelos y temores, de sábanas arrebujadas y colchas hechas un ovillo en la mayoría de las alcobas, escondiendo la risa del amado que aprovechaba el susto para abrazar con más fuerza a su pareja.
            Tormenta con tambores de cuero, con baquetas que golpean la risa del susto, con compaña de jarana y juventud. Días precedentes a este San Miguel, una vez más desapacible en el tiempo y vigoroso, cálido, en días sucesivos. ¿ Qué le sucede a este Arcángel para ventear en demasía, llover o regalarnos frío, siempre en dicha fiesta? Es verdad que cada vez es más profana la algazara pero... el cura no dejó de cantar en la procesión y los vestidos regionales, más bien locales, ponían colorido a su paso.
            ¡Quien como Dios, nadie como Dios!. San Miguel Arcángel, caudillo de Dios, dirige los pasos de este batallón... en voz en grito, en mi infancia y juventud, coreaban las mozas y mozos de entonces. Ese batallón ha sido reducido y las minorías apenas tienen voz y devoción.

            Ya ves, amigo Chindas, hace horas iniciamos el festejo y ya estamos otra vez sumidos en nuestro cotidiano vivir como el trigo que reposa en las paneras y almacenes. El dorado cabello de las espigas adormece en el silencio compartido. Ya no hay truenos que hagan temblar su débil caña y el murmullo del aire las visita por las rendijas de los bocarones o puertas, depositando el cálido beso de su complicidad amorosa con la tierra. 
Fiesta pasada, remusguillo en el alma.

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