viernes, 3 de julio de 2015

LA SED DE LOS GERANIOS

       Pasan los días, amigo Chindas, afilando el sol sus rayos, lamiendo las gotas de agua que retienen las raíces de las plantas hasta abrasar el corazón de éstas, dejando un débil latido de existencia amurallado en su tiesto de barro.
         Los geranios florecidos intentan mantener a sus vástagos protegidos con su sombra de color hasta que el riego vespertino alimente su alma de belleza natural. Abanico cerrado es el viento plegado que sestea bajo un árbol, al lado del arroyo. Semana ésta que está potenciando el orgullo del termómetro que da la nota más alta. Reseca y soleada la hierba anhela el rapado de su melena para que sus brotes, débiles pinceladas asidas a la tierra, respiren con avidez el paraíso del agua que en la fuente cercana canturrea en libertad.
          Días se siega y sudor, de luz aposentada ociosa sobre el laberinto de cruces en caminos y hombros desnudos, en balcones  y jardines, libando el color de las flores hasta marchitarlo, dejando el rosetón empequeñecido y soñoliento.  Poesía encerrada en cada hoja, en cada pétalo, en cada capullo amaneciendo. Historia de vidas.
             Nubes pasajeras se entremezclan con bandadas de pájaros que trinan desde la altura haciendo  guiños al sol y éste se muestra enojado porque sus lentes aparecen moteadas. Visión  de montañas lejanas en tonos azulados y campos ocres de madurez, aparecen en este paisaje real de nuestro entorno. Pergaminos escritos con luces de renovación y calma.

              Sed apagada mirando al cielo y recreando el suelo, dan al atardecer el aroma del tiempo.

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