Chindas,
llegó el verano con la cara sudorosa buscando la sombra en la pradera. Los
niños empiezan a gozar de las vacaciones corriendo por las calles en bicicleta
o jugando en la fuente haciendo charcos,
pisándolos con el placer de dominar al agua. De pronto el pueblo cobra vida y
la quietud pausada del invierno despierta del letargo.
A mi mente llega aquella redacción en la
escuela de hace años en la que una niña comenzaba así cómo era para ella su
pueblo. " Mi pueblo es pequeño, chiquito, como salido de un cuento
infantil. Ríe cuando el sol acaricia las tejas rojas de los sombreros de las
casas y llora con la lluvia lavando las puertas y ventanas cerradas del
olvido..."
Hoy los pájaros estrenan trinos y
sobrevuelan sobre los rosales que, espléndidos, lucen sus galas multicolores en
estas fechas. Los cereales siguen haciéndose adultos y festejan sus últimos
días de la libertad prisionera en el seno materno. Mirando al cielo, un milano
se cruza en el espacio abierto de mi
vista mientras una águila culebrera está atenta a su merienda.
Un ruido nuevo mantiene al pueblo
con el oído atento. Sí, es una excavadora que inicia las obras de remodelación
de la Plaza del Ayuntamiento. Estrenar alfombra
siempre es agradable y si es bonita mucho mejor. Racks, racks , retumba
y hace eco por las bodegas. Pueblo, añorado paraíso de raíces lleno, de
infancias tendidas en el horizonte del ayer pero ¡vivas!. Pequeño o grande es
lugar de encuentro, de añoranzas en días de nieve y frío, de felicidad
corretona y de tertulia veraniega. Brazos abiertos adornan las calzadas y un saludo
entrañable abarca la sonrisa.
Vacaciones engalanadas con la
libertad responsable y festiva; días de ocio en convivencia y sencillez, en ilusiones puestas al día cubriendo de
pétalos los pasos de todos. Las alas del viento acarician el rumor del agua
decorando el paisaje. La aurora despierta encantada con ojos vivaces para
contemplar el nuevo panorama de vecindad ampliada con iniciativas de recreo
compartido.
Los árboles retienen la brisa
para lanzarla, cual lazo misterioso y abarcar así el aroma que acorta las
distancias. Abuelos amarrados a su espacio, el mismo que les hace abrir los
brazos entregando sus rincones del alma a la familia que retorna a veranear.
Pueblo, cuna de sentimientos y paciencia llena de luz para que tu, visitante,
crees tu espacio de paz.
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