jueves, 12 de febrero de 2015

TU SOMBRA

           Te contemplaba ayer, mi buen perro, sentado al lado de la pared del patio mirando al sol que te calentaba y proyectaba tu sombra sobre la nieve. Sí, esa sombra también eras tú tumbado sobre la blancura. Tus pensamientos, sin duda, eran llenos de placer porque en cada movimiento, por leve que fuese, mostrabas una sonrisa.
            Tu sombra oscura es la piel del día anochecido a media mañana. Lenguaje del sol jugando con dimensiones opacas, revés del frente de la mirada, sueño diurno obligado a velar al sujeto reflejado. Silencio persiguiendo al dueño que cambia de postura hasta desaparecer.
            Ahora es junto al seto donde te detienes y, entre el verde espinoso de sus ramas, un leve murmullo de oscuridad musita tu presencia entrelazada. Morir no quiere, la luz la hace desaparecer pero sin ella tampoco vive. Paradoja de su realidad umbría. Relames no se qué, abriendo la boca en un largo bostezo y tornas a esa postura tan tuya buscando los rayos más febriles y apetecibles. Apasionados momentos que en brazos del aire se detienen en tu piel canina hasta degustar el placer del abrazo interior.
            Siendo apenas un tul ennegrecido que acompaña tus pasos alargando esa figura tuya tan galana, haciendo que las patas se acorten dando imperfección al modelo, es amiga incondicional de tu presencia. Como dice Benedetti "... el corazón se entiende con la sombra/ ensaya allí sus claves de silencio/ los ojos son las brasas de lo oscuro/ y entre tinieblas es mejor el beso."
            Sí Chindas, tú también sabes acariciar con tu fidelidad, con ese movimiento que rabea el aire y los ojos clavados en los míos, suplicando la mano amiga que acaricie tu lomo.
            Sombra, termómetro del día soleado, eclipse al otro lado de tu cuerpo dando a la nieve del primer día el color de la tarde soñolienta. Guijarros revestidos de albura presenciando esas pisadas que soterran el caminar o juego recalando en el sentir de la llegada.
            Tu sombra termina su carrera cuando el sol repliega las velas de su andadura por los mares que surcan las llanuras castellanas, quedando tú, "mi príncipe", como habitualmente te llamo, algo más aterido y frío. Miras hacia a atrás y no te ves, yendo a refugiarte a tu casa de paja y madera donde esa "noche" carece de esquinas y no simula tu silueta sombreada.
            Inocente historia que te sigue, que alejarla quieres cuando corres y por mucho que lo intentes solo el sol es dueño de su destino y tú o yo meros frentes amigos.

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