Te contemplaba ayer, mi buen
perro, sentado al lado de la pared del patio mirando al sol que te calentaba y
proyectaba tu sombra sobre la nieve. Sí, esa sombra también eras tú tumbado
sobre la blancura. Tus pensamientos, sin duda, eran llenos de placer porque en
cada movimiento, por leve que fuese, mostrabas una sonrisa.
Tu
sombra oscura es la piel del día anochecido a media mañana. Lenguaje del sol
jugando con dimensiones opacas, revés del frente de la mirada, sueño diurno
obligado a velar al sujeto reflejado. Silencio persiguiendo al dueño que cambia
de postura hasta desaparecer.
Ahora
es junto al seto donde te detienes y, entre el verde espinoso de sus ramas, un
leve murmullo de oscuridad musita tu presencia entrelazada. Morir no quiere, la
luz la hace desaparecer pero sin ella tampoco vive. Paradoja de su realidad
umbría. Relames no se qué, abriendo la boca en un largo bostezo y tornas a esa
postura tan tuya buscando los rayos más febriles y apetecibles. Apasionados
momentos que en brazos del aire se detienen en tu piel canina hasta degustar el
placer del abrazo interior.
Siendo
apenas un tul ennegrecido que acompaña tus pasos alargando esa figura tuya tan
galana, haciendo que las patas se acorten dando imperfección al modelo, es amiga
incondicional de tu presencia. Como dice Benedetti "... el corazón se
entiende con la sombra/ ensaya allí sus claves de silencio/ los ojos son las
brasas de lo oscuro/ y entre tinieblas es mejor el beso."
Sí
Chindas, tú también sabes acariciar con tu fidelidad, con ese movimiento que
rabea el aire y los ojos clavados en los míos, suplicando la mano amiga que
acaricie tu lomo.
Sombra,
termómetro del día soleado, eclipse al otro lado de tu cuerpo dando a la nieve
del primer día el color de la tarde soñolienta. Guijarros revestidos de albura
presenciando esas pisadas que soterran el caminar o juego recalando en el
sentir de la llegada.
Tu
sombra termina su carrera cuando el sol repliega las velas de su andadura por
los mares que surcan las llanuras castellanas, quedando tú, "mi
príncipe", como habitualmente te llamo, algo más aterido y frío. Miras
hacia a atrás y no te ves, yendo a refugiarte a tu casa de paja y madera donde
esa "noche" carece de esquinas y no simula tu silueta sombreada.
Inocente historia que te sigue, que alejarla quieres
cuando corres y por mucho que lo intentes solo el sol es dueño de su destino y
tú o yo meros frentes amigos.
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