jueves, 21 de octubre de 2010

¡Viva la anarquía!

Siempre volvemos juntos y entramos juntos por el corral al regresar de nuestros paseos. Hace unas semanas comencé a hacerme el longuis y distraídamente me quedaba por el pilón o recorriendo alguna de las calles del pueblo. Mi socio ha mostrado su enfado y en dos ocasiones me ha sujetado después de entrar con una cadena junto a mi caseta. La norma me ha quedado clara: entramos juntos. También me han hecho saber otras disposiciones como que los tiestos se respetan o que no se entra en la casa.
Cuando salimos ayer, fuimos a cruzar las eras atravesando una pequeña zanja ahora rodeada de hierbajos. Fue en ese momento cuando pasé corriendo, tropecé con mi socio que cayó al suelo entre las hierbas. Rápidamente di la vuelta y me tumbé a su lado. Menos mal que se reía. No hacía falta que se estableciese una nueva norma.

Yo estoy sometido a unas cuantas, pero es que los humanos están rodeados de normas. Normas del estado, del trabajo, de la casa; normas religiosas, deportivas, para la salud. Parece que un buen gobernante, un buen padre, un buen patrón o un buen entrenador no se realizan si no apabullan a sus subordinados con leyes, órdenes, disposiciones.
Por eso que cuando el entrañable Labordeta se definía como un anarquista burgués, nos estaba regalando con un rasgo de su humor inteligente al defender su sacrosanta libertad de monsergas impositivas sin renunciar al buen vivir atribuido a los burgueses.
¡Viva la anarquía! ¡Viva una vida sin principios ni normas constreñidoras! Este parece ser el grito que hoy día nos sale del alma.
La realidad es que apenas es un débil susurro sin sustancia, porque además de toda esa montaña normativa, seguimos borreguilmente la moda, compramos lo que nos ordena la publicidad, pensamos lo que nos dicen los medios de comunicación y bailamos al son que toca la gaita.
Es lo contrario a la libertad, a la iniciativa, lo que se nos inculca como necesario. La disciplina o el cumplimiento riguroso de lo establecido: Disciplina ciudadana, disciplina de partido, disciplina laboral, disciplina en los estudios, disciplina escolar.
¿Dónde queda la espontánea y libre colaboración? ¿dónde la creatividad?
En la vida en sociedad son necesarias las normas, espontáneas unas, como las de la jauría de lobos, las de la peña de amigos o las de la familia; elaboradas las más, pero todas son un medio para el fin de la realización de los individuos. Pero como el dicho común expresa, valoramos más el medio: “sin disciplina caemos en la anarquía”. Cuando la utopía, el ideal al que aspiramos aunque no lleguemos a él, es la sociedad que no necesite ni gobernantes, ni leyes, ni jueces, en que la única disciplina sería la interior que nos capacitase para actuar libre e inteligentemente.
¡Qué maravilla un mundo sin gobierno! Entre tanto, cuantas menos leyes sean necesarias y menor la disciplina impuesta, mejor. Medios los necesarios.

Un perro sin profesión y un jubilado sin obligaciones en un apartado retiro nos sentimos ácratas ¡qué hermosa palabra! “sin gobierno”, sin nadie que nos mande. Bueno, es una ilusión y de la ilusión también se vive.

2 comentarios:

  1. ¡que ilusión, poder vivir sin estar sujeto a normas ni sometido a ninguna autoridad!
    Este perro y su socio tienen mucha suerte

    ResponderEliminar
  2. ¡Anarquista burgués! Ese es mi ideal de vida.

    ResponderEliminar