miércoles, 16 de junio de 2010

La educación infantil

La mayor parte del tiempo lo paso en el corral de Chindas, como ya lo llamamos, es decir mi corral y en él experimento todas mis posibilidades, aprendo, como dicen mis amigos los humanos.
Llegué aquí a penas de mes y medio, retraído y temeroso, pero rápidamente me hice dueño del corral.
En realidad el espacio es amplio, formado por el corral de la antigua casa parroquial, separada por un seto del solar de dos primitivas casas y sus corrales. En el primero está una de mis casetas, rosales, árboles, flores y huerta, en el otro mi residencia principal, leñera, un montón de arena, otro de grava, una gran pila de madera de derribos y matas y hierba salvaje. Por este espacio se pasean, cuando les dejo o me descuido, Zipi y Zape, los dos gatos de la casa, y algún que otro en busca de comida. Es un espacio maravilloso para abrirse a la vida.
Mi dueño se sienta a la sombra, juega conmigo o lee y hablamos de nuestros temas, y hoy ha tocado el tema de la educación infantil.
Yo estuve mes y medio con mi madre y hermanos y me parece un tiempo escaso y, como los niños tardan mucho más en andar y valerse un poco por sí mismos, es raro que ya en sus primeros meses hasta los tres años los puedan enviar a escuelas infantiles. Esto debe ser bueno para la integración de los padres en el mundo laboral pero, pudiendo, no hay mejor atención que la individual y en la familia, por lo que las administraciones deberían retribuir con el coste medio de una plaza en infantil a las familias que optasen por tenerlos en casa, y conservar la excedencia en el trabajo si uno lo deja por este motivo.
Es en la educación infantil, de tres a seis años, cuando se ponen las bases de todo el aprendizaje, pues a esta edad se desarrollan todas las capacidades físicas y anímicas.
El niño debe progresar al ritmo adecuado y de producirse retrasos, es aquí donde no hay que escatimar el apoyo necesario para recuperarlos.
No estaría mal que las clases no tuvieran más de quince o dieciocho alumnos con dos maestros, lo que permitiría la identificación del niño pero no con un solo referente como en la familia y permitiría la atención tanto a la dinámica de grupo como a la atención individual y sus necesidades específicas.
No debe aturdirse a los niños con cinco madres, especialistas en inglés, psicomotricidad, música etc. etc. Los maestros de infantil deberían ser bilingües y adquirir en su carrera los conocimientos necesarios y básicos del desarrollo infantil físico, intelectual y emocional.
Será más productivo, y a la larga más barato, conseguir que los maestros hagan un curso en el extranjero para el dominio del bilingüismo.
En un ambiente de espontaneidad en tiempos y tareas, sin rígidas normativas de programas, con una buena preparación y experiencia enriquecedora de los maestros, los niños podrán llegar a otra etapa educativa con el desarrollo adecuado y sin lagunas superables.
El fracaso escolar, mejor dicho, el fracaso en el desarrollo de las personas tiene su origen en esta etapa. Aquí es donde debe comenzar la reforma educativa, con los educadores necesarios, con la formación adecuada, con los recursos suficientes y los espacios requeridos.
Seremos el día de mañana lo que se haya fraguado en la etapa infantil y a fe que todo ha de ser fácil o hacerse fácil y alegre, que no hay nada más perjudicial que aquello que se hace con temor, dificultad, agobio y enojo.

1 comentario:

  1. Ma parece que estás pidiendo "peras al olmo". Si se hiciera algo, aunque solamente fuera parecido a lo que planteas, la educación de nuestros hijos tendría la mitad del fracaso que dicen que tiene. ¡Estaríamos en Finlandia!
    Pero, en fin, bueno es que alguien, aunque sea un "perro", lo plantee.

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