jueves, 19 de mayo de 2011

Beato

Beato Juan Pablo
El viento es fuerte y racheado y hace que los campos con las mieses espigadas y las leguminosas en flor ondulen cambiando las tonalidades en esta caída de la tarde soleada. Descendemos por un ribazo plagado de hierbas. No se ve la tierra, parece que caminamos sobre un mar verde pero superficial ya que no nos hundimos. Magnífico espectáculo natural.

Para espectáculo el que nos proporcionó, hace ya unos días, la beatificación del papa Juan Pablo II. El marco, la basílica de San Pedro y la plaza del Vaticano, inigualable. El estrado preparado para la ocasión, grandioso. La ceremonia pausada. Las lecturas bien recitadas. Los cantos religiosos con el tono, el ritmo y la unción adecuados. Y con este riguroso ceremonial, producto de siglos de experiencia, el calor y la euforia de la muy numerosa concurrencia.
Tanta hermosura tenía sus peros: Olía a vestimentas y rituales del pasado, olía a rancio. El poder eclesiástico allí presente, nos mostraba una pesada y pasada gerontocracia, el poder de los viejos, pero que muy viejos. Tanto cardenal, tanto obispo, tanto prelado, todos varones, daba la imagen de una iglesia misógina en que el papel de la mujer se reduce a la feligresía.
En esta bella celebración se proclamó beato al papa fallecido hace tan solo seis años, es decir se le proponía como ejemplo y modelo a imitar por los fieles católicos y al mismo tiempo como digno de veneración y que puede interceder ante Dios por quienes le invocan.
La presencia de la jeraquía, la multitud que acompañó el acto y el enorme eco mundial que suscitó, evidencian que esta proclamación de santidad ha llenado de gozo a amplios sectores de la iglesia católica. Otros han mostrado sus reticencias al considerar que en el nuevo beato se quiere resaltar la fuerza del centralismo vaticano, los mecanismos y órganos del poder jerárquico y el aminoramiento, si no la condena del cristianismo de base que proclama las bienaventuranzas de los pobres, de los afligidos de los perseguidos por su amor a la justicia...Vamos que se preguntan, por ejemplo, qué se espera para la beatificación del obispo del Salvador, Mons. Romero, el pastor que dio su vida por sus ovejas.
¿Existen dos catolicismos, uno el de la jerarquía y sus acólitos, otro el de base y en medio muchos fieles desorientados que se retraen y hasta abandonan la práctica y la creencia religiosa?
Es costatable, que el hombre es limitado, que comete errores y está lleno de defectos en todos los aspectos de su polifacético ser, también en el religioso. Los santos tienen defectos, tienen límites, no son perfectos. Es posible que por ello el beato Juan Pablo no sea el santo de devoción de muchos porque su sincera fe y su actuación llena de amor, la vivió en la tradición polaca de la fuerza de la religión resistente a la adversidad guiada por la mano firme de sus obispos. Tampoco los cristianos de base están libres de defectos.
Sólo en la creencia y vuelta al mensaje del evangelio ambos sectores pueden encontrarse.
Tal vez es el momento de invocar la intercesión del nuevo beato para una vivencia auténtica del evangelio, ya que su intercesión estará corregida de sus defectos terrrestres, y no es de imaginar que en el paraíso se mantengan las cabezonadas de aquí.
Que nos retire las telarañas y podamos tener la satisfacción de una ceremonia sencilla en medio de su pueblo de la beatificación del obispo mártir, Romero. Sería el más bello espectáculo de una iglesia plural y santa que ya es evidente que es pecadora.

1 comentario:

  1. Por supuesto que existen dos iglesias, y cada vez más distantes: la de las jerarquías y la de los fieles creyentes. El problema es que la que ve la mayoría de la gente es la primera y está causando un gran daño a la segunda

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